
La balada del café triste, publicada en 1951, recoge siete relatos en los que el hilo conductor es la soledad, la insatisfacción, y el sentimiento de vacío, encontrando casos de carácter autobiográfico, como en Wunderkind, que había sido publicada desde 1936 en la revista Story, que aborda el tema de su paso trunco por la música (se cuenta que en 1934 , antes de que decidiera dedicarse a la literatura, fue enviada por sus padres a estudiar piano a la Juliard School of Music en Nueva York; pero que jamás tomó una sola clase, ya que perdió el dinero de su colegiatura.

Lo que cada frase, cada anécdota refleja en este libro, es un grito de soledad, de dolor contenido; pero no de esos que repelen y nos llevan a cerrar al libro, sino que se generan de una forma casi adictiva, de manera que resulta casi imposible, una vez iniciada la lectura, cerrar sus páginas hasta el final, tal vez porque hace emerger en nosotros ese sentimiento de vacuidad, de otredad que, consciente o inconscientemente, llevamos todos dentro. Dicen los aficionados a los lugares comunes que en gustos se rompen géneros, y al nuestro, éste es un libro que vale la pena leer.
