7/4/09

La tríada colombiana (Parte 3)

En esta ocasión, toca ocuparnos del tercer miembro, el más joven y sin duda alguna, más especial para nosotros, de lo que hemos dado a llamar como la tríada colombiana: Rafael Chaparro Madiedo, de quien, debido a las circunstancias tan particulares que lo rodean, hablaremos en ésta y las próximas apariciones. Generalidades biográficas Rafael Chaparro Madiedo nació en Santa Fe de Bogotá el 8 de diciembre de 1963, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida y en la que desarrolló su obra y su trabajo. Estudió, primero en el Colegio Bilingüe Helvetia, en la sección que se enseña Francés, y más adelante, cursó la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes de Bogotá, editando para dicha institución durante ese periodo el periódico Hojalata, en el que comenzó a dar muestras de su trabajo poético. Posteriormente trabajó en diferentes periódicos bogotanos, como el diario La prensa (1988-1995), en la que participó con una columna dominical dedicada a tratar temas diversos, en los que desde las primeras apariciones, perfiló su estilo de un humor cáustico. Además, incursionó en la televisión como guionista de la serie infantil “La Brújula mágica” y de los programas humorístico Quack y Zoociedad. En 1992, su novela Opio en las nubes, le hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura, que otorga el Instituto Colombiano de Cultura y postulada al año siguiente para el "Rómulo Gallegos", la más alta distinción literaria entre los escritores latinoamericanos. Además, a mediados de la década de los ochenta, su trabajo como guionista radiofónico fue seleccionado en Alemania para producirse en ese país, y con Quack ganó el premio India Catalina, uno de los más importantes de su país en cuanto al trabajo de medios se refiere. Preparaba una nueva novela cuando murió a la edad de 31 años, el 18 de abril de 1995 en la ciudad de Bogotá, la cual quedó inconclusa; pero a pesar de que ya pasaron casi catorce años de su desaparición, su obra sigue conmoviendo a los nuevos lectores e inspirando a la nueva generación de escritores colombianos, pues hoy por hoy Opio en las nubes es una lectura obligada para todo aquel que quiera entender a la nueva literatura colombiana, y ha servido como base para adaptaciones como la puesta en escena dirigida por Favio Rubiano y el cortometraje escrito y dirigido por Iván Wlld, entre otros. En cuanto a su personalidad, siempre estaba escuchando a los Beatles, The doors, Cream, Pink Floyd y los Rollig Stones, entre otros, presencias recurrentes en su obra, al igual que la idea que tenía acerca de la ciudad, ese Bogotá caótico que le tocó vivir y en el que veía una personalidad propia y un vertedero para nuevas posibilidades. Con el dinero recibido con el premio, viajó a Europa y, congruente con la pasión musical que mostrara en la novela, visitó en París la tumba de Jim Morrison precisamente el día en que se celebraba su aniversario luctuoso, y se confundió fascinado con el remolino de gente que se reúne casi en forma ritual a escuchar la música del rey lagarto, tomar vino y a invocar el regreso de aquella leyenda del rock. También viajó a Cuba en donde realizó un curso de guión, en el que conoció al Premio Nobel de literatura 1982, Gabriel García Márquez, quien reconoció en la obra de Chaparro Madiedo una gran calidad. Su visión de la existencia tenía una marcado sentido de tragedia, tal y como lo refleja a lo largo de su obra, en la que trató de hacer la crónica de una ciudad, de una generación y de una época en la que la juventud del mundo entero comenzaba a sufrir los estragos de los sueños fracturados y la apatía de no contar con un sentido claro al cual aferrarse. Siguiendo la estructura que hemos venido estableciendo en nuestras apariciones anteriores, y atendiendo a lo que comentamos líneas arriba, los temas recurrentes en la obra de Chaparro es esa concepción trágica de la vida, pero dotada de una carga rabiosa e irónica que lo hace desmembrar las estructuras tradicionales de la literatura, en el caso de sus ficciones y poemas, o bien reflejar desde el más puro y ortodoxo estilo periodístico la transición de su ciudad hacia la “modernidad”, en la que un potrero convertido en centro comercial, un barbero o incluso un semáforo, eran temas trascendentes para entender la personalidad y la trasmutación de Bogotá. Su escritura es de un carácter propio en el que la experimentación desenfrenada es la base, dando giros al lenguaje, suprimiendo signos de puntuación y, debido a su pasión por la música, adopta como estructura a la balada como figura para dotarla de un ritmo particular a través del uso de estribillos, como si se tratara de una composición musical, en la que el alcohol, la violencia y la vida acelerada de la ciudad se hace patente a cada frase, imprimiendo en todo momento imágenes alucinógenas de un fuerza poética excepcional. Pero eso no es todo, como buen escritor, Chaparro Madiedo ha recibido estocadas por parte de críticos, como Mario Jursich Durán, que clamando por una escritura más “clásica” y “ortodoxa”, termina en su ensayo “El tour por la psicodelia”, sin proponérselo ni darse cuenta en revelar los aciertos y las cualidades que hacen precisamente de Chaparro, un gran escritor. Para terminar la primera intervención de Rafael Chaparro en este espacio, podemos describirlo tal y como aparece en la semblanza de su libro Opio en las nubes (obra de la que nos ocuparemos en nuestra propia aparición): “A los diez años fue envenenado por los Rolling Stones. A los veintiuno, Rimbaud lo dejó en estado de coma. Le gustaba ir a cine de tres solo, a cine de seis acompañado y a cine de nueve muy bien acompañado”.