6/6/09

Un poco de nostalgia... El hombre de las rosas

Hay ocasiones en que uno no puede evitarlo y se deja llenar de nostalgia, y empieza a mirar en retrospectiva antes de continuar hacia adelante. Y precisamente ésta, es una de esas ocasiones. Revisando y desempolvado archivos viejos encontré este cuento, que escribí hace aproximadamente diecinueve años, y que si bien cuenta con una larga lista de errores y decenas de frases que al paso del tiempo fui desechando y que muy difícilmente usaría nuevamente, tiene un significado y un valor muy especial para mí.

Mientras lo leía después de años de tenerlo en el olvido, me vi a mí mismo con dieciséis años, tumbado boca abajo sobre mi cama, escribiéndolo en ese cuaderno Scribe de pasta azul y forro plástico (que armé con los restos de otros cuadernos) en el que prácticamente a diario escribía mis primeras historias, mis primeros versos, mientras escuchaba una y otra vez a Silvio Rodríguez, para después transcribirlo y "corregirlo" en la Remington 16 de color negro (que pertenece a mi familia desde 1937 y aún conservo), para entregarlo al día siguiente a... bueno, esa es otra historia que algún día contaré.

Lo más importante de esta narración y de la oleada de recuerdo que vienen amí al reencontrarlo, es que fue el primer texto que me dio la oportunidad de creer que no estaba tan perdido en esto de enhebrar historias, cuando por verdaderos azares del destino ganó el II concurso de cuento Inés Arredondo en 1990, y publicado posteriormente en la Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México (mi primera publicación formal y oficial). Después de eso vinieron otros textos, otras publicaciones, otros premios; pero ese, el primero es y será siempre muy especial, por eso he decidido rescatarlo del olvido y ponerlo aquí, tal cual, sin cambiarle una coma, como testimonio fiel de lo que soy, de lo que fui. Aquí va.


El hombre de las rosas
Hay un hombre que vaga por el mundo repartiendo rosas a todo aquel que se cruza en su camino. nadie sabe de dónde viene y pocos a dónde irá; la gente lo sigue para escuchar su sabio consejo y las historias de los lugares donde ha estado, los niños juguetean con su barba empolvada por el tiempo, él los carga y llena de alegría; los llama "hijos" y les entrega sus rosas de amor y esperanza con la humildad y bondad que lo caracterizan. Anda por las veredas mirando ora al frente, ora al camino para no tropezar y ver todo a su alrededor y, de cuando en cuando, ofrecer una canción de paz como tributo a la tierra, su tierra.

A todos los pastores les enseña a compartir las ovejas y a cuidarse de los lobos voraces que acechan el camino, y a los lobos se enfrenta, con la verdad como única arma intentando descubrir la bondad que guarda el corazón de cada uno de ellos.

"El hombre de las rosas", como lo llaman, tiene la mirada limpia de todo prejuicio, lo mismo reparte rosas al rico que al obrero, al usurero que al labrador, a la prostituta y a la dama de sociead; y con sus palabras los quiere hermanar y, aunque más de una vez ha sido golpeado y torturado por el que tien putrefacto el corazón y sólo se guía por el materialismo, éste sólo ofrece como respuesta una humilde sonrisa a su verdugo y sigue su camino; no los reta ni los odia, sino que los ama más, y créanme que más de una vez así ha hecho cambiar radicalmentea los que no lo comprendían y atacaban.

Éste es el alimento que él consume, el amor y la razón de todos aquellos que al conocerlo han entendido su ejemplo. Y si acaso no llegaran a comprenderlo, él deja salir de sus puros ojos una lágrima al tiempo que sienteun dolor en el pecho, y se cree que ha fracasado en su misión, en ese instante, es cuando los niñosse le acercan para frecerle todo el amor que existe en su pequeño corazóninyectándole las fuerzas necesarias para seguir con su cometido.

Sus rosas no son comunes, son de tipo extraño jamás visto antes, su color es de un carmín hechizante, y además, si aquel que la recibió abre su corazón y lo llena de bondad, ésta nunca se marchitará y poco a poco se irá volviendo parte de él; pero si éste continuó guardando odio y maldad en su corazón, la rosa se marchitará y se reducirá hasta desaparecer. Algunos se atreven a asegurar que esas rosas son pequeñas porciones del corazón de este hombre maravilloso y que lo va repartiendo por el mundo con un mensaje como fuerza para lochar por todos y cada uno de sus ideales.

Este hombre habla absolutamente todos los idiomas del planeta y enseña a todo aquel que lo necesita. En su paso por las ciudades enseña a leer y a escribir a los analfabetas, oficios a los que carecen de trabajo, y a todos en general a tener la frente en alto y a vivir con sus tres valores universales: VERDAD, HUMILDAD y, ante todo, IGUALDAD.

Si tiene u trozo de pan, lo comparte con todos los que padecen hambre sin importarle en lo más mínimo si él mismo se queda sin pan, pues al ver comer a los demás y ver sus sonrisas de agradecimiento, él queda más que satisfecho; ese es otro alimento para él.

Muchos han querido seguirlo en su camino, pero él se los agradece y pide que si creen y confían en él, se queden en sus poblados y ciudades a luchar por todo lo que les ha enseñado, y a seguir su ejemplo; a cambio, él promete regresar cuando todos hayan aprendido su lección y hagan del mundo un lugar cordial arminioso donde reine la paz y la fraternidad; y con esas palabras toma su viejo y raído saco, se lo echa en la espalda y se aleja poco a poco hasta perderse en el horizonte.

A veces, detiene su paso cuando el cansancion y el agobio son más fuertes que su cuerpo y se sienta al lado del camino, se seca el sudor de la frente y mira al cielo que se abre a su paso, descansa un momento, y sigue su camino de esperanza.

Los que siguen su consejo y creen en él, dicen y predican que algún día gobernará al mundo con su sabiduría, y cuando eso pase, ya nadie le llamará "el hobre de las rosas", sino por su único y verdadero nombre: LIBERTAD.