30/12/08

El melodrama del Melodrama

(Sólo por incordiar)
Un fantasma recorre el mundo cultural desde hace ya medio siglo: el melodrama. Un género dramático, que a pesar de ser considerado como un arte “menor”, e incluso de convertirse en el centro de ataques de artistas puristas y exquisitos, es una de las disciplinas más socorridas de la cultura popular. Pero, empecemos por el principio, ¿qué es exactamente el melodrama?

Etimológicamente, esta palabra procede de las raíces latinas melos (música) y drama (conflicto o tragedia), por lo que podemos decir que se trata de una obra teatral dotada de música como elemento fundamental, y probablemente fue denominado así durante los siglos XVI y XVIII en que comenzaron a representarse historias musicalizadas. Por otra parte, desde el punto de vista histórico, surge como género literario con las características formales que hoy conocemos, en el siglo XVIII, con Pigmalión, de Jean Jacques Rousseau, consolidándose durante el siglo XIX con Guilbert de Pixérécourt, y desarrollado como producto de gran difusión en el folletín y la novela romántica.

El melodrama, en términos más acordes a nuestros días, es una visión metafórica de la realidad que va avanza a través del ejercicio de las pasiones hasta alcanzar una finalidad ejemplar. En otras palabras, el melodrama toma determinados símbolos generales de una sociedad y un momento específico (amor, odio, justicia, ambición, etc.), y los pone en conflicto a través de situaciones concretas que desequilibran el orden establecido, en las que los protagonistas enfrentan una serie de obstáculos hasta alcanzar la meta propuesta, consiguiendo además un crecimiento interior que los transforma en mejores personas; por ejemplo, el caso del ya legendario Rick Blane (protagonista de Casablanca), quien sacrifica su amor por Ilsa Lazlo en favor de la lucha por la libertad que ella representa, obteniendo a cambio, una nueva esperanza de vida.

En la actualidad, y debido a su alcance masivo desde mediados del siglo XX, el melodrama ha sido identificado con el serial televisivo o telenovela (que hoy por hoy, es una de sus principales manifestaciones), y a partir de esta concepción ha surgido una gran polémica sobre su contenido estético e integridad artística.

Muchos novelistas, dramaturgos e intelectuales han expresado su desprecio por el melodrama y niegan su naturaleza estética, y hasta podríamos afirmar que inconscientemente les aterroriza el sólo hecho de pensar en la posibilidad de experimentar y conducir su capacidad creativa hacia una obra melodramática, al considerarlo “cursi”, “poco profundo”, “fácil”, y "nada serio”, lo que atenta en contra de la trascendencia de las grandes obras que pretenden realizar; situación que consideramos totalmente errónea. De ser esto cierto, el noventa por ciento de las grandes producciones cinematográficas no existirían; la canción popular hubiera decaído considerablemente, y muchos escritores contemporáneos no hubieran podido traspasar la barrera del anonimato.

El hecho de que el melodrama haya logrado colocarse como uno de los productos televisivos más rentables a nivel mundial
[1], no quiere decir que no sea un verdadero género literario, pues en él confluyen una serie de características formales y técnicas, como son el final feliz, la lucha de contrarios, el efectismo y espectacularidad y la prioridad a lo sentimental, entre otras. Y son precisamente estas características y la función social que cubren, las que han mantenido su vigencia durante tantos años y su aceptación entre el grueso de la población.

Además, al perseguir una finalidad ejemplar (demostrar que el bien siempre triunfa sobre el mal, por ejemplo), al constituir una metáfora de la realidad, y al tener una capacidad unificadora, que lo mismo fusiona a la comedia como a la tragedia, el melodrama consigue establecer una relación de identificación y pertenencia con quien lo recibe a través de los diferentes medios en los que se manifiesta; por ello lo encontramos fácilmente en el cine (Matrix, Todo sobre mi madre, o incluso Atracción fatal y Amores perros), en la literatura (Madame Bovary, La casa de los espíritus, El anatomista o Los miserables), o en la música (desde letras de canciones de Joan Manuel Serrat hasta las interpretadas por Agustín Lara).

Ahora bien, a pesar de notable decaimiento en la calidad de las producciones nacionales, la industria del melodrama serial televisivo ha encontrado un nuevo auge en el que Argentina, Brasil, Venezuela y Colombia, principalmente están a la saga, al crear una nueva simbiosis entre los elementos clásicos del género con nuevos esquemas y temáticas, arriesgándose a presentarlo desde puntos de vista que hasta hace un par de décadas resultarían inconcebibles para la telenovela. Por citar sólo un ejemplo, podemos hablar de Tieta (Brasil, 1989), que basada en la novela costumbrista de Jorge Amado, revolucionó la forma de hacer telenovelas, pues incorporó elementos propios de comedia, de la farsa y los fundió en un melodrama en el que por primera vez se presenta (a partir de pasajes mordaces e irónicos) como protagonista a una verdadera antiheroína, que poseía todos los vicios de carácter que caben en un personaje y que plantea su conflicto a partir de la venganza, consiguiendo hacer una verdadera estampa de carácter brasileño, marcando al mismo tiempo un punto de ruptura en la telenovela tradicional, a partir de la cual se ha seguido experimentando con resultados buenos y malos.

Otros ejemplos de lo anterior son Yo soy Bety, la fea (Colombia, 1999-2001) de Fernando Gaytán, Pedro el Escamoso (Colombia, 2001-2003) y La saga, negocio de familia (Colombia, 2004), de Dago García, El clon (Brasil 2001-2002) de Glória Perez, y Los Roldán (Argentina, 2004), de Mario Schajris y Adriana Lorenzón, producciones que por su calidad han sido transmitidas con gran éxito en varios países y que en su mayoría han sido adaptadas en otros tantos más.

Sin embargo, y a pesar de ello y del arraigo que tiene entre el público, la telenovela no ha conseguido ese grado de aceptación general que merece, como fenómeno social y cultural concreto. La pobre imagen que se tiene del melodrama como fenómeno creativo, responde por lo menos a seis causas concretas:
  1. Se confunde la idea de metáfora de la realidad, con “rebanada de realidad;
  2. La finalidad ejemplar ha sido deformada por una finalidad maniquea a través de "moralinas obvias" (María la del barrio, Rosa salvaje, Cañaveral de pasiones);
  3. En ese afán de “realismo” a como de lugar, se explota el morbo y el amarillismo sin sentido, una mera enumeración de situaciones de nota roja (Nada personal, Demasiado corazón, Machos, o la versión mexicana de Montecristo);
  4. El fenómeno llamado “globalización de la telenovela”, emprendido por grandes transnacionales televisivas (Telemundo y Univisión) en la que se ha pretendido hacer productos dirigidos específicamente al mercado internacional, sacrificando en muchos casos, lo que daba identidad a las telenovelas de cada país, al neutralizar el acento y limitarse a historias cautoivas bajo esquemas cerrados que pocas opciones dan al escritor para evolucionar o arriesgarse;
  5. La intención de dirigir el producto a un sector específico de la población, en el que no se hace una estampa de dicho núcleo social, sino que se parodia (y se parodia mal), pretendiendo establecer modelos de conducta y de consumo (Dos mujeres un camino, Muchachitas, El premio mayor, Alma de Hierro) a y, finalmente, la más grave de todas,
  6. La falta de creatividad y los intereses económicos han dado lugar a una sobre explotación de historias ya probadas y han cerrado las puertas a nuevas propuestas y visiones renovadoras del melodrama (el ejemplo más claro es el de las decenas de secuelas que han tenido las mismas historias como Rina (1977), transformada en Rosa Salvaje (1987), y muchas otras, o de historias más recientes como Las aguas mansas (1994), y sus secuelas Pasión de gavilanes (2003) y Fuego en la sangre (2008).
Como podemos apreciar, el melodrama vive inmerso en su propio melodrama, pues si bien es el género literario más usado en la actualidad, es menospreciado incluso por quienes recurren a él para llevar a cabo sus creaciones. Pero una cosa es innegable, el melodrama forma parte de la vida cotidiana y está plenamente cimentada en el inconsciente colectivo; pues sólo a través de ella, el espectador consigue guiar sus frustraciones y encausarlas a través de las desventuras y obstáculos que sortea el protagonista melodramático, y purifica sus pasiones por medio de los logros y triunfos del personaje.

Finalmente, un par de reflexiones para aquellos que insisten en posiciones retractoras:

Si tachamos a la telenovela de frívola y carente de contenido intelectual, ¿el fútbol, por ejemplo, no es lo mismo? 22 tipos corriendo detrás de un balón durante noventa minutos, no es un paradigma de inteligencia y sí, en cambio, un buen catalizador de frustraciones cotidianas. Por otra parte, si pensamos en la escritura de una novela o un guión cinematográfico, estos exigen un ejercicio mayúsculo de capacidad de concentración y habilidad técnica; pero en ambos casos, al tratarse de un ejercicio, digamos, solitario, el tiempo con que se cuenta para culminar la obra es, por decirlo de alguna manera, ilimitado, en el que puede abundar en detalles, meditar los cambios y giros de la trama, revisar con toda calma la progresión dramática de la historia e incluso, tomarse una “vacaciones”, cada vez que se considere necesario; en tanto que en la telenovela, el guionista, aún y contando con un argumento general, se ve obligado a desarrollar la historia día a día, y siempre sufriendo la intervención de directores y productores, las presiones del público, sobrellevando los caprichos de actores, y abundando en cada entrega hasta en los detalles más imperceptibles, para que la historia no se pierda ni se desvíe, o decaiga su intensidad dramática, pues una vez que el guión es entregado, no hay vuelta atrás y un diálogo mal colocado puede llevar a pique meses de trabajo. En este aspecto, ¿No será acaso el verdadero reto del creador, del literato, sumergirse en el melodrama serial televisivo y asumir el riesgo de encontrar una propuesta que lo revitalice? Resulta muy fácil criticar al torero desde la barrera; pero tomar el capote y enfrentar al toro, no debe de ser nada sencillo.

Muchas cosas quedan por decir de la telenovela; pero eso sería tema de todo un libro; además no es nuestra intención adoctrinar a nadie, ni convencer a nadie a la fuerza sino presentar un esquema general, una visión panorámica de este género que tantas discusiones genera, y en el que, desgraciadamente se olvida que la cosa es tan sencilla que se resume en una cuestión de gustos, y especialmente de respeto (que no de tolerancia). La decisión es de cada quién, y, finalmente, como dice el maestro Jesús Calzada “El que esté libre de cursilerías, que tire su primer poema”.

[1] Sólo en 1997, las ventas de Televisa por telenovelas fueron aproximadamente 100 millones de dólares, sólo un poco menos que los ingresos de la British Broadcasting Corporation de la Gran Bretaña (BBC) y comparable a los 500 millones de dólares en ventas de las estadounidenses Warner Brothers, Paramaunt y Universal.