29/5/10

La balada del café triste

Carson McCullers (1917-1961) es una de las escritoras estadounidenses más significativas del siglo XX, su talento es considerado, al lado de William Faulkner, como uno de los más destacados del sur norteamericano. Su vida controvertida y azarosa se ve reflejada en su obra, que muestra una clara influencia de su infancia en el sur de los Estados Unidos y su predilección por los temas relativos a los proscritos, los relegados, los inadaptados. Su conjunto de relatos La balada del café triste es un buen ejemplo de ello.

La balada del café triste, publicada en 1951, recoge siete relatos en los que el hilo conductor es la soledad, la insatisfacción, y el sentimiento de vacío, encontrando casos de carácter autobiográfico, como en Wunderkind, que había sido publicada desde 1936 en la revista Story, que aborda el tema de su paso trunco por la música (se cuenta que en 1934 , antes de que decidiera dedicarse a la literatura, fue enviada por sus padres a estudiar piano a la Juliard School of Music en Nueva York; pero que jamás tomó una sola clase, ya que perdió el dinero de su colegiatura.

Estos relatos tienen una peculiaridad, reflejan el alma melancólica arquetípica de los naturales del sur de los Estados Unidos de Norteamérica, por lo que leer estos relatos, explorar y adentrarnos en los diferentes ambientes y situaciones que plantea cada historia, desde los aires bucólicos que nos llegan con la balada del café triste (que da nombre al libro), hasta aquellas de ambientes más urbanos y, digámoslo así, cosmopolitas (como serían los cuentos
El jockey y Madamme Zilensky y el rey de Finlandia), sería, de alguna manera y a nuestro parecer, como estar leyendo piezas blues al más puro estilo de Leadbelly, Hammie Nixon o Memphis Minnie.

Lo que cada frase, cada anécdota refleja en este libro, es un grito de soledad, de dolor contenido; pero no de esos que repelen y nos llevan a cerrar al libro, sino que se generan de una forma casi adictiva, de manera que resulta casi imposible, una vez iniciada la lectura, cerrar sus páginas hasta el final, tal vez porque hace emerger en nosotros ese sentimiento de vacuidad, de otredad que, consciente o inconscientemente, llevamos todos dentro. Dicen los aficionados a los lugares comunes que en gustos se rompen géneros, y al nuestro, éste es un libro que vale la pena leer.