31/12/10

Vivo en directo

Este año que comenzará dentro de unas horas viene, además de todos esos lugares comunes (esperanzas renovadas, deseos de prosperidad y salud, y un laaaaaaaaaarguísimo etcétera), con el sonido suave, intimista y evocador de Vivo en directo, la séptima producción en solista de Andrés Cepeda, sin duda uno de los artistas pop más completos y polifacéticos que actualmente hay en Colombia.
En esta ocasión Cepeda nos ofrece con Vivo en directo, la entrada a un espacio íntimo, cálido y cercano, que nos hace imaginar mientras lo escuchamos, que lo tenemos en la sala de nuestra casa, o bien, que estamos en un salón-bar, con iluminación a media luz, a la víspera de una noche romántica. Y es que en esta nueva producción (que inlcuye Cd y Dvd), encontramos a un Andrés Cepeda inmerso en una atmósfera de jazz, en la que su voz deja de ser protagonista para convertirse en un instrumento más dentro de un excelente ensamble conformado por Horacio "el negro" Hernández (batería), José Armando Gola (bajo), Alexander "el Majá" Alonso (piano), Dahyan Díaz (trompeta); así como por Ana María Salive y José Darío Martínez (coros). Además, y ésta es una de sus mayores cualidades, el disco está grabado "a la antigua"; es decir, sin intervención de mezclas y ediciones, está grabado completamente en vivo, lo que le da un sabor diferente, mismo que puede ser constatado en las imágenes del día de sesión que les llevó realizarlo, mostrando que sólo con talento, puede conseguirse una gran calidad musical sin necesidad de tanta tecnología.
Los temas que se incluyen en esta producción, son: Ciertas Cosas (en una nueva versión), Tu ausencia, El eco de tu voz, Fui el que más que quiso, Qué maravilla ser, Te quiero decir, Dulce milagro, El amor me arrasa, y Más bonita que tú, más el bonus track El rumbo de tus pasos.

La sensación que deja este disco, es que más que un disco a sumarse en su discografía, se trata de un proyecto con un toque profundamente personal, de un divertimento, un arriesgado gusto que Andrés quiso darse, y del que salió muy bien librado, mostrándonos una vez más no sólo su talento y su capacidad para abordar diversos géneros musicales, sino a un Andrés Cepeda en constante evolución y artísticamente más maduro. Definitivamente éste es hasta ahora uno de los mejores discos de Andrés Cepeda. Ideal para cerrar el año viejo.

21/12/10

Música libre

Dentro de las muy particulares (y tal vez hasta discutibles) preferencias musicales que nos identifican, este vagabundo no se declara adepto a los discos "tributo", ya que es de la opinión de que de que en la mayoría de las ocasiones, dichas producciones, no son más que dos cosas:
  1. Producciones destinadas única y exclusivamente a vender, sin importar realmente la calidad del "homenaje"; y
  2. Producciones hechas por artistas mediocres, quienes tratan de colgarse del renombre y fama de otros artistas consagrados, a ver si así logran llamar un poco la atención (léanse Cristian Castro y Nicho Hinojosa, por mencionar algunos).

Sin embargo, a finales de septiembre, llegó a nuestros oídos una noticia que nos causó gran expectación: el grupo chileno
Los bunkers presentarían, a finales de noviembre, Música libre, un disco homenaje a uno de los tres santos patronos de este nómada hogar: San Silvio Trovador.

Movidos, tanto por la calidad musical de esta banda (de la que si bien no somos un grandes seguidores, nos gusta mucho), como por un poco de morbo, nos hicimos del material en cuanto lo descubrimos en el mercado. La sorpresa fue doblemente grata; por una parte, el reencuentro con una serie de canciones que entre tantas que tiene el gran Silvio Rodríguez hacía un buen tiempo no escuchábamos, como por la forma en la que le dan vuelta y, sin perder la esencia de cada una de ellas, les dan una nueva vida en reinterpretaciones que echan mano de diversos géneros que se fusionan y coexisten armónicamente entre sí.

Este álbum (el sexto oficial de la carrera de Los bunkers), es el primero grabado en México, e inició sus grabación el 1 de abril de 2010, contando con producción de Emmanuel "Meme" del Real (
Café Tacuvba) y con una participación especial del cantautor chileno Manuel García (Al final de este viaje en la vida y La era está pariendo un corazón). Contiene doce temas, y aquí hay algo no sólo rescatable sino muy importante: no se trata de los típicos temas de Silvio que repiten sistemáticamente todos esos "silviófilos" de café, que se dicen admiradores y profundos expertos del trovador; pero no se saben más allá de cinco o seis temas. Este álbum contiene en su mayoría, piezas que nadie o muy pocos repiten, como es el caso de Leyenda, Ángel para un final y Que ya viví, que ya te vas.

Seguramente, al escucharlo, muchos puristas se pondrán de cabeza y acusarán a
Los bunkers de "ultrajar" las canciones de Silvio; pero desde nuestra perspectiva, se trata de todo lo contrario: en la fusión de sonidos, consiguen una verdadera y excelente placa "homenaje"; una producción poderosa y que le mueve a uno las entrañas cuando se van reconociendo las piezas y que, por otro lado, acerca al público joven a la obra de un artista magistral que por cuestiones de generacionales y de la moda, aún no han tenido la oportunidad de descubrir,; pero ahora con sonidos que a veces nos recuerdan el estilo de Revolver (los Beatles, 1966), las bandas sonoras de las películas de Tarantino, e incluso ritmos como el funk y otros más de corte folclórico; pero sin perder nunca esa identidad, esa fuerza y originalidad que ha distinguido a Los bunkers desde sus inicios. Ahora bien, para aquellos críticos furibundos, los miembros de la banda, según tenemos entendido, y precisamente buscando el mejor producto, los integrantes de la banda hicieron llegar al propio Silvio Rodríguez la s pre-mezclas, pidiendo no sólo sus comentarios sino también su aprobación, recibiendo por respuesta un correo electrónico en el aprendiz de brujo decía "le había encantado"*.

Pero más que hablar bien del disco, lo mejor es escucharlo y dejarse llevar por combinaciones y fusiones tan insólitas como que sólo al descubrirlas se creen posibles. Sin duda y a nuestro parecer, uno de los mejores trabajos "tributo" que se han realizado en mucho tiempo, y una producción que vale la pena escuchar.




* http://lasegunda.com/ediciononline/espectaculos/detalle/index.asp?idnoticia=605432

13/12/10

Carta a El Profe

Creo que una de las imágenes más claras que tengo de usted, Profe, fue precisamente la de la tarde en que lo conocí, en septiembre de 2003. Usted tenía en su regazo a Antara cuando yo crucé la puerta de su casa, y ella al verme saltó y corrió hacia mí para abrazarse a mis piernas. Su gesto duro y penetrante, me dejó helado; pero su reacción no era para menos: ese extranjero flaco, medio hippyoso y desgarbado aparecía de la nada y en un segundo y sin pedir permiso le robaba no sólo a su hija consentida, sino a la luz de sus ojos, a Antara, su nieta, su sol... tuve que echar mano de todos mis "encantos", para que siquiera me dirigiera la palabra, lo cual no fue sino hasta el día siguiente y gracias a una película de su adorado Pedrito Infante. Quién iba a decir que después de esos momentos que me parecieron eternos, podríamos establecer una relación tan buena y de un gran afecto y respeto mutuos. Acaso nunca fuimos (ambos) los más expresivos; pero tengo la seguridad absoluta, no sólo del cariño que le tengo, sino también del que usted me tiene a mí y que le agradezco infinitamente.

También me dio la oportunidad de cocinarle ese lomo a la mostaza que fue el más angustiante de mi vida, porque mientras yo me esforzaba porque el guiso quedara a la perfección, cada vez que usted se asomaba a la cocina decía "¡Esto huele a ubre!" y yo no sabía si eso era bueno o malo, aunque de cualquier modo no era lo que estaba preparando. Sin embargo, lo recuerdo bien, hasta repitió la porción. ¿Y qué me dice de su primera vista a México, a semanas de nacer Silvio? Si hay algo de esa visita, digno de recordarse, fue su emoción y su cara de niño con juguete nuevo, cuando pescamos a Don Ignacio López Tarso a la vuelta de la casa de mi viejo y hablaron y se tomó una foto con usted, que estaba esponjado como pavorreal por haberlo conocido. Ahí sí nos quedó el pendiente de visitar la tumba de Pedro Infante; pero tenga por seguro que ahora que venga la viejita Sandra por acá, vamos a ir todos juntos para conocerla como usted quería.

Pero no es tanto a esto a lo que vienen estas líneas como para tratar de decir todo aquello que a veces no se dice; pero que ahí está y estuvo presente entre nosotros (y estoy seguro que ambos lo sabíamos), y es el cariño que le tengo (así, en un eterno presente) y el agradecimiento por permitirme conocerlo y especialmente, por su confianza al permitirme, aún sin conocerme del todo, robarme a su hija y a su nieta, y regalarle a su cuarto nieto, que aún en la distancia lo quiere y lo extraña tanto como los que tuvimos más tiempo para disfrutarlo físicamente.

Tany me cuenta que allá en la Universidad sus compañeros le pusieron un mote que creo lo define a la perfección: el "Turco terco"; pero gracias a esa terquedad logró construir una familia solida e hizo de su vida lo que quiso y disfrutó siempre cada cosa, incluso lo del cigarro... ¿se acuerda de cómo nos buscábamos cualquier rinconcito y el menor pretexto para fumarnos uno(s) en donde no se podía fumar? Yo sí y créame que lo más disfrutable de esos momentos era precisamente nuestras pláticas, así como si estuviéramos en su apartamento tomando la brisita de la tarde en ese calor de Barranquilla con el que yo definitivamente nunca pude y usted adoraba.

Váyase tranquilo Gisleno, y con la satisfacción del deber cumplido: cuatro hijos fuertes y maravillosos y otros tantos nietos que son una extensión de usted; además de los que nos unimos a la familia como "agregados culturales" (Dany, Laurita y este vagabundo), y tantos amigos buenos y sinceros que logró sembrar en su paso por estas tierras y que ahora estamos más unidos en torno a usted, Profe, a lo que es y será siempre en nuestro corazones... Y sobre todo, la sweter, la vieja Sandra, esa mujer encantadora que lo ama y me lo consintió hasta el último momento y que no se queda sola pues nos tiene a todos nosotros. Héctor Abad Faciolince dice algo así como que permanecemos vivos en tanto haya quien nos recuerde, y coincido con él; es más, le puedo augurar varias generaciones más.

Circunspecto, enorme, alegre aunque irascible a veces, terco, metódico, firme, fuerte en sus convicciones, bailador; pero sobre todo apasionado por su familia y por su labor docente, me dio la gran oportunidad de compartir con usted buenas sesiones de charla, en las que arreglábamos el mundo e íbamos de Ignacio López Tarso a Jorge Eliécer Gaitán; del Che y Fidel a sus anécdotas de juventud en Galapa, y en fin, a hablar un poco de todo y de nada. Así es como quiero y decido recordarlo ahora que se fue para habitar en otros lugares en los que, paradójicamente, estoy seguro estará más cerca de todos nosotros.

No quiero ser impertinente ni repetitivo, las palabras nunca son fáciles cuando el corazón se entromete, se trata sólo de sacar cuando menos un poco de lo que estoy sintiendo; pero sepa que este vagabundo no lo llora sino que lo celebra en todo lo que es y será para mí, y abusando de la confianza, ahí le encargo que busque a mi viejita para que ambos nos cuiden y nos acompañen allá desde donde estén.

Un abrazo fuerte y eterno

Le quiere Raúl.

18/9/10

Una pequeña reflexión sobre el bicentenario

Cuando era niño, una de los pocos alicientes que tenía el inicio del nuevo ciclo escolar, era la inminente llegada del 15 de septiembre y los festejos del aniversario de la independencia de México. Desde los primeros días de septiembre (las clases iniciaban el día primero) nos dedicábamos a preparar la ceremonia escolar, con los compañeros disfrazados de próceres; las banderas de papel dibujadas por nosotros mismos, los carteles de Hidalgo, Allende, Aldama, Morelos y Josefa Ortiz de Domínguez, entre otros; los honores a la bandera; el canto del himno nacional (antes de que lo mutilaran); y sobre todo, el desfile que hacíamos por la calle alrededor de la escuela, marchando y gritando "¡Viva México!" y otras arengas por el estilo.

Por la noche venía lo mejor: se hacía una gran fiesta en la que todos esperábamos con ansias a que dieran las once de la noche para ver con toda solemnidad y respeto salir al Presidente de la República salir por el balcón central del Palacio Nacional y tocar con la diestra la mítica campana de Dolores mientras ondeaba con la otra la bandera, emulando a Miguel Hidalgo (a quien nos habían enseñado a adorar como a un Dios), antes de entonar nuevamente el Himno Nacional y maravillarnos inmediatamente después con el espectáculo de juegos pirotécnicos que iluminaban el Zócalo. Después venía la música, los cohetes que quemábamos por todas partes dando rienda suelta a nuestros instintos pirómanos, la deliciosa comida típica especialmente cocinada para la ocasión, el baile y los juegos hasta ya bien entrada la madrugada. Al día siguiente y aún trasnochados, mirábamos el tradicional desfile militar. No lo puedo negar, me encantaba recorrer las calles de la ciudad y ver en todas las casas y edificios adornadas con banderas y motivos tricolores, el olor a pólvora y ese sentimiento de orgullo por ser mexicano. Y lo que más me gustaba, era cuando poníamos nuestra propia bandera en lo alto de la casa para que ondeara sobre nosotros durante todo el mes.

Los años pasaron y después de la adolescencia, las lecturas, el terremoto de 1985 y la conciencia de la realidad nacional configuraron un cambio en mí, el orgullo patriótico seguía en su lugar; pero tenía un dejo amargo, pues venía acompañado de rabia al descubrir (como dice mi gran maestro Juan Miguel de Mora) los mitos, mentiras y omisiones de la historia oficial, quedando al descubierto que la mayoría de los héroes que nos dieron patria fueron seres humanos de carne y hueso, con más defectos que virtudes, y no los seres mitológicos que nos habían mostrado en la escuela; recién había comprendido que vivíamos en medio de una corrupta dictadura partidista, tal vez pacífica y no tan dura como en otros países; pero dictadura al fin y al cabo. Empezaba a creer en la conveniencia de una nueva revolución, en cambios radicales y en esquemas ideológicos que cierto día alguien decidió que no funcionaba y que no era más que una moda del pasado, por lo que la cortaron de tajo y abrieron la puerta a la invasión de tendencias tecnócratas que pocos años después nos llevaron a las crisis económicas y la pérdida de opciones de vida que aún hoy nos agobian. Ya no sentía la necesidad de comprar una bandera para adornar la casa, festejaba el 15; pero más por convención social y como un pretexto de fiesta para compartir con los amigos que por el real sentido, que conlleva la conmemoración.

Y ahora, que llegaron los festejos del bicentenario del inicio de la gesta indepenentista, desde meses atrás se me generó un nuevo sentimiento: una total y absoluta apatía. Leí muchos comentarios de amigos que se levantaron tanto a favor como en contra de los festejos, unos alegando que gracias a aquella lucha somos lo que hemos llegado a ser, y otros tantos alegando la injusticia y la violencia en que vivimos, la falta de una democracia verdadera y el bombardeo mediático que no tiene otra finalidad que satisfacer sus objetivos comerciales. Incluso pasada la celebración ya se está criticando la efigie del "Coloso" (estatua que colocaron en plano Zócalo la noche del 15 y que según su autor representa la esencia de lo mexicano), por el supuesto parecido a Stalin (honestamente a mi de primera impresión me recordó a Jesús Malverde, aunque en realidad descubrí después que es igualito al controvertido Benjamín Argumedo).

Al igual que otros años, no compré bandera y si esperaba ansioso la llegada del 15, era más por los cinco días de descanso que venían con el festejo y la oportunidad de romper un poco con el hastío de la vida cotidiana; mi plan para la noche del 15 era la de quedarme acostado en casa viendo películas. Sin embargo, sucedió algo que cambió mi perspectiva.

El 10 de septiembre encontramos en el buzón un regalo del Gobierno Federal (que supongo llegó a todas las casas del país), conminándonos a unirnos a los festejos del bicentenario. Se trataba de una bandera pequeña (calculo unos 50 x 30 cm.). Cuando Silvio, mi hijo de cuatro años la vio, se le iluminó el rostro y con una emoción tan grande como mi amor por él dijo "¡Es la bandera de mi país!" Tany de inmediato buscó un palo que sirviera como asta y la plantó en el jardín delantero. La visión a mi gusto era algo extraña, ya que últimamente no ha habido oportunidad de cortar el pasto y con la lluvia ha crecido bastante y hacía deslucir la imagen del lábaro patrio. Pensé en quitarla y ponerla en otro lugar; pero cuando Silvio la vio ahí infló el pecho y dijo nuevamente emocionado "¡Qué bonita se ve mi bandera!" y comenzó a decirnos que estaba feliz, porque en la escuela iba cantar "la canción del grito de guerra" (el himno).

En ese momento, al ver su rostro iluminado, pude verme a mí a su edad y recordar aquellos años en que el festejo del 15 era de verdad un festejo, y entonces me pregunté si al paso de los años, cuando Silvio se convierta en un adulto seguirá experimentando esa misma sensación de orgullo o si, al igual que yo, experimentará otros sentimientos menos agradables; concluí que la ésa respuesta sólo la tiene el tiempo; pero que en todo caso yo no tengo el derecho a negarle la ilusión y el orgullo que siente por la tierra que le vio nacer, por sus símbolos. La vida es demasiado dura y amarga como para contaminar desde ahora su inocencia y esa capacidad de sorpresa que es capaz de desplegar a cada instante al descubrir las maravillas del mundo que le rodea, Silvio debe crecer con un sentido de pertenencia, necesita aprender a creer, ya sea en los héroes patrios, los reyes magos o el ratón de los dientes, antes de desarrollar conciencia y capacidad crítica y tomar sus propias elecciones ideológicas. Sé que trataré de guiarlo hacia lo que yo considero como bueno y justo; pero la decisión final, el grito de su propia independencia será suyo y sólo suyo.

Ver a Silvio me llevó a experimentar una vez más esa sensación de cuando era niño y por un segundo fuimos un sólo sentimiento. No sé, tal vez me estoy poniendo viejo; sigo firme en mis convicciones y pensamientos, aún estoy convencido de que las cosas en mi país pueden y deben cambiar; pero en ese momento, decidí que, se cortara o no el pasto, la bandera (nuestra Bandera) se quedaría justo ahí, para poder ver la cara de orgullo de Silvio cada vez que pasa y la ve.

4/9/10

La voz de vos

"Ya ves
a mí y a Buenos Aires
nos falta siempre el aire
cuando no está tu voz..."
Cacho Castaña
Desde la distancia te veo
navegando entre versos y trovas
claroscuro de sensaciones y desvelos,
derramando cantos que otros cantan,
ofreciendo remanso en los días aciagos,
divertimento en los menos amargos,
pero siempre presente,
siempre intangible,

fugaz,
etérea,

recomponiendo trechos y horarios.
Luciérnaga frágil de mil colores,
susurro lento, gratificante,
estrella del sur,
faro de este espíritu errante
que entre línea y línea te fantasea
entre tango y tango

por el Retiro, Caminito o Recoleta,
hecha de notas de bandoneón,
tonada inasible de Pichuco,
descarga de cuerdas hecha canción.
Y entre lectura y ensueño
la duda se vuelve sueño trunco
y en la distancia pregunto:
¿Cómo será la voz de vos,
qué notas emergen de tus labios?
¿Alguna vez llegarán con el viento
hasta este lado del mundo?
Y el tiempo pasa sin traer tu voz...

19/6/10

Porque lo naco no se destruye ni desaparece, sino que se transforma... ¡Y eso es chido!

La década de los ochenta del siglo XX (esa que aunque suena tan lejana, sigue estando muy cerca de nosotros), estuvo marcada por diversos eventos como el surgimiento del Tianguis cultural del Chopo el 4 de octubre de 1980, el inicio del movimiento conocido como Colectivo rupestre a finales de 1983; y el nacimiento de sitios como el mítico Rockotitlán en 1984, por mencionar algunos, que fueron a nuestro juicio definitivos para la consolidación del rock mexicano.

En esa época comenzaron a surgir una serie de grupos y rockeros que con su trabajo cambiaron la forma de concebir y hacer rock en México; y de todos ellos, destacan tres exponentes que sentaron las bases para que esta manifestación musical adquiriera carta de naturalización; tres rockeros que con sus letras, la fusión de diversos géneros musicales y su marcada tendencia a romper con los paradigmas, consiguieron mexicanizar al rock y convertirlo en lo que ahora es, e incluso, nos atrevemos a afirmar que el medio siglo de vida de rock mexicano está marcado por un antes y un después de ellos. Me refiero a Rodrigo González Rockdrigo (1950-1985), el gran Jaime López, y por supuesto, la Botellita de Jerez, a quienes dedicaremos este espacio.

Botellita de Jerez surge aproximadamente en 1983, presentando una propuesta nueva, fresca y sobre todo, profundamente sarcástica e irreverente: el Guacarock, a decir de ellos mismos, una mezcla de "...sabroso guacamole escénico y sonoro, el humor carpero de Tin Tán, y lo más rasposo de la música de barriada con el rocanrol..." Y además el guacarrock no venía sólo, estaba acompañada de toda una imagen, que años más tarde se consolidaría como el art-nacó: los tres charrockers, Francisco Barrios el Mastuerzo, Armando Vega Gil, el Cucurrucucú y Sergio Arau, el Uyuyúy, irrumpen la escena rockera vestidos con jeans entubados con botonaduras de charro, tenis con espuelas, aretes con forma de latas de cerveza, e instrumentos, adornadas con peluche y calcomanías tornasol, generando polémica con la fusión de ritmos como el blues y el rock con el son, la cumbia y hasta el bolero, aderezadas con letras directas, de corte cómico y llenas de albures y dobles sentidos, que no sólo recogían el caló de los grupos marginales de la juventud de esa época y elementos arraigados en la cultura popular, sino que se burlan del propio rock que en ese momento se estaba haciendo, y además aportaban una dura crítica a la cotidianidad de la ciudad de México, llevando su propuesta a las entrañas mismas del statu quo mediático (Televisa), donde en son atacados y censurados (de hecho actualmente continúan vetados por el consorcio), lo que no logró amilanar su éxito entre la juventud que lo escuchaba, a pesar de que se mantuvo especialmente en su primera etapa como un grupo subterráneo y marginal.

Además, fueron los primeros en teatralizar el rock mexicano, ejecutando scketches durante sus presentaciones, en las que reflejaban no sólo la realidad cotidiana que los rodeaba, sino que además se burlaban de ellos mismos, y con ello, de lo que hasta ese entonces se entendía que debía ser el rock, lo que a decir de ellos mimos, les generó muchas enemistades entre muchos de los rockeros "clásicos" que tendían a ritualizar el género. Una de sus influencias más claras fueron los "Tepetatles", agrupación formada por artistas, en esos días incipientes como Carlos Mosivais, Chava Flores, Julián Bert, Alfonso Arau (padre del Uyuyúy) y José Luís Cuevas y que en 1965 grabaran "Arau a Go-go" (y que incluye "Tlalocman", tema que se hizo clasico con los Botellos, especialmente por el "ritual" que ejecutan a media canción durante los conciertos).

En su primera etapa grabaron tres discos Botellita de jerez (mejor conocido como el "morado" de 1984, y de donde Café Tacubva tomó Alármala de tos para su álbum Avalancha de éxitos), La venganza del hijo del guacarock (1985) y Naco es chido (1986) (es en esa primera etapa que forjan lo que posteriormente sería su lema más emblemático: "Todo lo naco es chido", que vendría siendo algo así como "todo lo grasa es piola", "todo lo mañé es bacano" o todo lo cutre es guay"), El Uyuyúy abandona la agrupación en 1988, por lo que la Botellita reclutó a nuevos elementos de gran talento como Santiago Ojeda, el Sr. González y Cox Gaytán, tomando un rumbo muy distinto al que le dio origen, abriendo espacio a lo que se conoce como su "periodo oscuro", en el que el grupo toma un sonido más depurado, sí; pero se vuelve más comercial y se aleja de su concepto original, e incluso ingresa a las filas de Televisa participando en la telenovela Alcanzar una estrella y la película Más que alcanzar una estrella, así como en la obra de teatro Todo lo que digas será al revés, haciendo comparsa a Angélica Vale, lo que les hace perder público y credibilidad de la banda. De esa segunda etapa son las producciones Niña de mis ojos (1989), Busca amor (1990), y Todo lo que digas será al revés (1992), todos ellos actualmente descontinuados.

En 1994, rompen con el círculo vicioso en el que se encontraban y emerge una tercera etapa en la vida de la Botellita, regresando a sus raíces, aunque con un sonido más limpio y elaborado. Ese año graban Forjando patria, con el que consiguen reinvindicarse con el público que los había abandonado en su periodo oscuro. Dos años después, y siguiendo la oleada de los unplugged, deciden hacer un concierto acústico en La planta de luz, en el que interpretan los temas más representativos del grupo, quedando como testimonio el Superespecial un-plug; sin embargo, este nuevo aire no dura mucho, ya que en 1997 deciden separarse, ofreciendo un concierto de despedida el 19 de junio de ese año en el Teatro Metropolitan, en el que se reúnen todos lo que en algún momento se habían alineado a la agrupación y graban en vivo El último guacarrock.

El 16 de septiembre de 2000, el Mastuerzo, el Cucurrucucú y el Uyuyúy, se presentan en el Hard Rock México, en un concierto denominado "El arrejunte", y de ahí en adelante han llevado a cabo colaboraciones especiales en bandas sonoras de películas como Piedras verdes (2003), Corazón de melón (2005) y Un día sin mexicanos (de 2004, en la que Arau debuta como cineasta); así como en tributos a grupos como los Tigres del norte (2003) y artistas como Tin Tán (2005). Actualmente, y a partir del lanzamiento de ¡Naco es Chido! (2009), película dirigida por Sergio Arau, y los conciertos que han dado a propósito de ésta, los Botellos vuelven a ser noticia, remueven las nostalgias de todos aquellos que los seguimos desde sus comienzos, y convocan ahora a una nueva generación de jóvenes que los escucha y reconoce en su música la semilla de un concepto que ha sido reproducido (para bien o para mal), por diferentes bandas en las últimas dos décadas.A pesar de los años, la fuerza y la frescura de la Botellita de jerez, no se pierde: son divertidos, guarros, contestatarios, estrambóticos; pero sobre todo, vigentes y puros en su esencia guacarrockera, representantes incomprendidos de una generación de rockeros que creció marginada y que abrió las puertas, generó una industria que antes de ellos no existía, combatiendo la censura y el silencio de los medios impuesta desde el festival Rock y ruedas de Avándaro (1971).
Escuchar a Botellita de jerez, es escuchar una parte fundamental en el rock mexicano. Uno puede concluir que son buenos o malos (cada quién sus gustos); pero sin duda debemos coincidir con la escritora Laura Esquivel, tal vez sean muy nacos; pero también son muy chidos... y como dice el aforismo del Guacarrock de la Malinche: "Si lo mexicano es naco, y lo mexicano es chido; entonces verdad de dios, ¡todo lo naco es chido!"









29/5/10

La balada del café triste

Carson McCullers (1917-1961) es una de las escritoras estadounidenses más significativas del siglo XX, su talento es considerado, al lado de William Faulkner, como uno de los más destacados del sur norteamericano. Su vida controvertida y azarosa se ve reflejada en su obra, que muestra una clara influencia de su infancia en el sur de los Estados Unidos y su predilección por los temas relativos a los proscritos, los relegados, los inadaptados. Su conjunto de relatos La balada del café triste es un buen ejemplo de ello.

La balada del café triste, publicada en 1951, recoge siete relatos en los que el hilo conductor es la soledad, la insatisfacción, y el sentimiento de vacío, encontrando casos de carácter autobiográfico, como en Wunderkind, que había sido publicada desde 1936 en la revista Story, que aborda el tema de su paso trunco por la música (se cuenta que en 1934 , antes de que decidiera dedicarse a la literatura, fue enviada por sus padres a estudiar piano a la Juliard School of Music en Nueva York; pero que jamás tomó una sola clase, ya que perdió el dinero de su colegiatura.

Estos relatos tienen una peculiaridad, reflejan el alma melancólica arquetípica de los naturales del sur de los Estados Unidos de Norteamérica, por lo que leer estos relatos, explorar y adentrarnos en los diferentes ambientes y situaciones que plantea cada historia, desde los aires bucólicos que nos llegan con la balada del café triste (que da nombre al libro), hasta aquellas de ambientes más urbanos y, digámoslo así, cosmopolitas (como serían los cuentos
El jockey y Madamme Zilensky y el rey de Finlandia), sería, de alguna manera y a nuestro parecer, como estar leyendo piezas blues al más puro estilo de Leadbelly, Hammie Nixon o Memphis Minnie.

Lo que cada frase, cada anécdota refleja en este libro, es un grito de soledad, de dolor contenido; pero no de esos que repelen y nos llevan a cerrar al libro, sino que se generan de una forma casi adictiva, de manera que resulta casi imposible, una vez iniciada la lectura, cerrar sus páginas hasta el final, tal vez porque hace emerger en nosotros ese sentimiento de vacuidad, de otredad que, consciente o inconscientemente, llevamos todos dentro. Dicen los aficionados a los lugares comunes que en gustos se rompen géneros, y al nuestro, éste es un libro que vale la pena leer.