28/6/09

Mariposas

Si bien de poeta tengo poco o más bien nada (ni lo pretendo por el respeto que le tengo a la poesía), de vez en cuando el lápiz baila sobre el papel por su cuenta y salen cosas así.



Volarán de tus labios mariposas
efervescencias flotantes
lunares iridiscentes
que queman mis manos como polillas
Alargo los brazos espero
aplaco la tromba de mi esencia
te busco y tus motas aladas son sendero
camino inalcanzable
braza que abraza
muero y más que muero
desespero
Los días sin los efluvios de tus labios
saben a desamparo y desaliento
viaje sin retorno hacia la sombra
lamento de cristal
daga bailarina que me atrapa
llama que llama a cabalgar en tus burbujas hechizantes
y seguir tu cadencia
ligera
tierna
transparente
que es oleaje de los vientos
¡Cuan hermosas las palabras
por más simples o más complejas
si por tu voz enamoran, enternecen
cuando de tus labios brotan
para volar hasta mi alma mariposas

20/6/09

La osadía de la ignorancia

Desde hace algún tiempo, se me ha venido criticando el hecho de que en mi forma de redactar, no he incluído variación que impliquen "mayor equidad", "ser más incluyente", pues sistemáticamente evito escribir frases como "las niñas y los niños" y cosas por el estilo. Ante tal crítica yo sólo he tenido una respuesta concreta: Me niego a escribir mal. Por supuesto este tipo de respuestas me ha granjeado buenas peleas con ciertos sectores que piensan que no hacer ese tipo de segregación es no ser incluyente, no es promover la igualdad entre hombre y mujer, no darle a las mujeres el lugar que se merecen y adoptar una actitud machista y retardataria y que más de una vez se han pronunciado por quemarme en leña verde; pero yo me pregunto ¿la literatura, la gramática, la lengua, tienen sexo? ¿Es factible pugnar por la igualdad haciendo la diferencia? ¿Para respetar a las mujeres debo reducirme a mi mínima expresión en todos los sentidos?

Actualmente existe a nivel empresarial una certificación en igualdad de género y uno de los principios que manejan ahí es el siguiente: Como durante años y años las mujeres han sido segregadas por los hombres en los puestos laborales, ahora, para cumplir con ese deber de equidad que debe de haber entre hombres y mujeres, de cada diez contrataciones vaya a hacer, ocho (por lo menos) deben de ser otorgados a mujeres. ¿Y las competencias laborales? ¿eso es equidad o revanchismo?

Viajando en el metro o el transporte público, para practicar la equidad, se supone que debo quedarme parado, después de una larga y agotadora jornada laboral, cargando cosas, y recorrer más de diez kilómetros de pie, sólo porque se desocupó un lugar y una mujer acaba de subir al vagón o transporte, porque es mujer, así no recorra más de uno o dos kilómetros y venga fresca como una lechuga. ¿Equidad efectiva no implica en todo caso igualdad de oportunidades? Esto resulta contradictorio, porque esas mujeres que exigen el asiento argumentando su naturaleza femenina y por tanto un trato de igualdad, ¿no están partiendo del hecho de que son inferiores a los hombres, más débiles y por ello nosotros tenemos mayor capacidad para viajar de pie? Otro ejemplo en el transporte: hora pico, día lluvioso un espera en el andén y trata de apiñarse como sea en un transporte que viene lleno, a veces sin conseguirlo, y de pronto ve uno venir un autobús vacío con tres o cuatro mujeres sentadas y cómodas; uno siente el impulso de subir, de sentarse y tratar de evitar la lluvia que lo cala a uno y pone en riesgo de enfermarse de gripa; pero no se puede, porque con enormes letras de color rosa dice que ese transporte es exclusivo para mujeres. Mala cosa.

Hace unos años, cierto alcalde en Colombia tuvo la genial idea de promover la igualdad de género estableciendo un día sin hombres; es decir, que por un día, los hombres de dicha ciudad no podían salir a la calle. ¿Acaso ese tipo de medidas no atenta en contra de los derechos funaentales de las personas, consagrado no sólo en las legislaciones nacionales, sino en la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Eso es actuar con equidad?

Seguramente me acusarán de que estoy hablando como hombre que soy y por tanto igual a todos; pero nada más alejado de eso. Pugno por la igualdad entre unos y otros y me merece tanto respeto un hombre o una mujer cuando ese respeto es ganado con congruencia, honestidad y respeto hacia mí. Soy el primero en defender que tanto hombres como mujeres tenemos los mismos derechos y merecemos el mismo respeto; es más, me declaro total y abiertamente a favor del feminismo; pero no de las feministas ni de prácticas que pretendan hacernos iguales mediante la segregación.

Pero volviendo al tema original, la crítica es dura cuando no escribo, digamos, "políticamente bien", aunque eso implique escribir gramaticalmente mal, por ello quise escribir algo al respecto y mientras pensaba en el tema, recordé un artículo escrito por alguien mucho más autorizado que yo que leí hace algunos años. Se trata de un artículo del escritor y periodista Arturo Pérez-Reverte, que si bien parte de un tema completamente local, perfectamente puede aplicarse en muchísimos casos y que tomo de su sitio en internet (que puede ser visto aquí) para transcribir a continuación:

La osadía de la ignorancia
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal | 19 de marzo de 2006

Una comisión del parlamento andaluz a la que se encomendó
revisar el «lenguaje sexista» de los documentos de allí, se ha dirigido a la Real Academia Española solicitando un informe sobre la corrección de los desdoblamientos tipo «diputados y diputadas, padres y madres, niños y niñas, funcionarios y funcionarias», etcétera. Como suele –recibe cinco mil consultas mensuales de todo el mundo–, la RAE respondió puntualizando que tales piruetas lingüísticas son innecesarias; y que, pese al deseo de ciertos colectivos de presentar la lengua como rehén histórico del machismo social, el uso genérico del masculino gramatical tiene que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación. O sea, obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos. Ésa es la razón de que, en los sustantivos que designan seres animados, el uso masculino designe también a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. Si decimos los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales o en mi barrio hay muchos gatos, de las referencias no quedan excluidas, obviamente, ni las mujeres prehistóricas ni las gatas.


Aún se detalló más en la respuesta de la RAE: que precisamente la oposición de sexos, cuando se utiliza, permite destacar diferencias concretas. Usarla de forma indiscriminada, como proponen las feministas radicales, quitaría sentido a esa variante cuando de verdad hace falta. Por ejemplo, para dejar claro que la proporción de alumnos y alumnas se ha invertido, o que en una actividad deportiva deben participar por igual los alumnos y las alumnas. La pérdida de tales matices por causa de factores sociopolíticos y no lingüísticos, y el empleo de circunloquios y sustituciones inadecuadas, resulta empobrecedor, artificioso y ridículo: diputados y diputadas electos y electas en vez de diputados electos, o llevaré a los niños y niñas al colegio o llevaré a nuestra descendencia al colegio en vez de llevaré a los putos niños al colegio. Por ejemplo.

Pero todo eso, que es razonable y figura en la respuesta de la Real Academia, no coincide con los deseos e intenciones de la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, doña Soledad Ruiz. Al conocer el informe, la señora Ruiz se quejó amarga y públicamente. Lo que hace la RAE, dijo, es «invisibilizar a las mujeres, en un lenguaje tan rico como el español, que tiene masculino y femenino». Luego no se fumó un puro, supongo, porque lo de fumar no es políticamente correcto. Pero da igual. Aparte de subrayar la simpleza del argumento, y también la osada creación, por cuenta y riesgo de la señora Ruiz, del verbo «invisibilizar» –la estupidez aliada con la ignorancia tienen huevos para todo, y valga la metáfora machista–, creo que la cosa merece una puntualización. O varias.

Alguien debería decirles a ciertas feministas contumaces, incluso a las que hay en el Gobierno de la Nación o en la Junta de Andalucía, que están mal acostumbradas. La Real Academia no es una institución improvisada en dos días, que necesite los votos de las minorías y la demagogia fácil para aguantar una legislatura. La RAE tampoco es La Moncloa, donde bastan unos chillidos histéricos en el momento oportuno para que el presidente del Gobierno y el ministro de Justicia cambien, en alarde de demagogia oportunista, el título de una ley de violencia contra la mujer o de violencia doméstica por esa idiotez de violencia de género sin que se les caiga la cara de vergüenza. La lengua española, desde Homero, Séneca o Ben Cuzmán hasta Cela y Delibes, pasando por Berceo, Cervantes, Quevedo o Valle Inclán, no es algo que se improvise o se cambie en cuatro años, sino un largo proceso cultural cuajado durante siglos, donde ningún imbécil analfabeto –o analfabeta– tiene nada que decir al hilo de intereses políticos coyunturales. La RAE, concertada con otras veintiuna academias hermanas, es una institución independiente, nobilísima y respetada en todo el mundo: gestiona y mantiene viva, eficaz y común, una lengua extraordinaria, culta, hablada por cuatrocientos millones de personas. Esa tarea dura ya casi trescientos años, y nunca estuvo sometida a la estrategia política del capullo de turno; ni siquiera durante el franquismo, cuando los académicos se negaron a privar de sus sillones a los compañeros republicanos en el exilio. Así que por una vez, sin que sirva de precedente, permitan que este artículo lo firme hoy Arturo Pérez-Reverte. De la Real Academia Española.

13/6/09

En casa

Veinticinco años son suficientes para que te sientas como un verdaero extraño dentro de ese mundo que sabes tuyo; pero que hoy descubre muy distinto a como lo dejaste. Según tus recuerdos el hotel donde te hospedarás no queda muy lejos, así que decides caminar para reconocer el terreno.

Todo a tu alrededor es gris, pardo; el aire que recordabas cálido y reconfortante, ahora te recibe convertido en una masilla amarga y amarillenta que se pega a tus fosas nasales y se enreda, negándose a entrar y enfrentar esta absurda libertad que a final de cuentas se transformó en tu prisión, que te dejó un par de hijos que se sienten solos y perdidos, totalmente ajenos a tus nostalgias y muy alejados de cualquier raíz, dos hijos que se niegan a compartir ese proyecto que vislumbraste para ellos y por el que casi das la vida y te obligó a partir... ¿pertenecen a tu vida? ¿son ellos los culpables? ¿lo fuiste tú o se trató de la voluntad de los Otros?

Un escalofrío recorre a gran velocidad tu autopista vertebral hasta colicionarse con tu nuca. Cruzas los brazos y te frotas en un vano intento por mitigar el hielo que invade tu alma; caminas buscando ese pasado en el que quedaste atrapado por tantos años; pero de eso ya no queda nada. Descubres que te abrazaste a algo que murió con tu partida, que tu relog psicológico estalló en el momento preciso en que te fuiste sin decir adiós, tal vez sin enfrentar la realidad de los Otros, esa que superaba la tuya y la aplastó por completo.

Quieres llorar; pero tus ojos hace más de dos décadas que quedaron áridos y desiertos, y no por gusto, sino porque el manantial se agotó en los días que duró el encierro, convirtiéndose en mudos ríos que fluían escondidos por las noches para que los Otros no se percataran de tu debilidad.

Escudriñas en los rostros que te rodean la mínima señal de que todo pasó, que despertaste de la pesadilla; pero es tiempo perdido: lo único que encuentras en los rostros de la gente son miradas que no miran, que rehyen a encontrarse con otros ojos y se alejan con rapidez, escurriéndose entre las calles. Comprendes entonces q ue ese aire pesado, denso e irrespirable que todo lo envuelve, que todo lo ocupa, tiene un doloroso nombre: miedo.

Te preguntas qué fue lo que pasó exactamente, dónde quedaron tus amigos, tus compañeros, qué fue de todo lo que había cuando estabas aquí, por qué te fuiste, por qué permitiste que Julieta rindiera tributo a una tierra ajena a la suya, a la de ustedes y no encuentras respuesta, pues eres incapaz de distinguir qué estuvo bien o mal, y lo único que te queda es ese sentimiento y la clara certeza de que estás solo.

Sigues caminando por las calles del barrio sin poder reconocer tus geografías, pues han desaparecido para convertirse en otra cosa muy distinta que lo único que tiene en común con tus recuerdos es el nombre que ostenta. todo es diferente a tu alrededor, lo verde se convirtió en gris, ese papalote de fuego que esperabas a ver emerger cada amanecer desde tu ventana, ahora es una triste y opaca braza que parece apagarse a cada segundo y el lugar donde vívías.es ahora una gélida explanada, una plancha de concreto con una columna al centro que exhibe en letras doradas en nombre de "Plaza Libertadores". Por un instante tu corazón salta ante la expectativa de ver algo de tus sueños hecho relidad. Te acercas con pasos ligeros y esperanzados hacia la columna y lees uno a uno los nombres consignados en la placa inferior mientras te esfuerzas por contener la arcada que gorgorea en tu garganta. Tu mente grita que esos no son los libertadores, sino Ellos, los Otros... Los verdaderos, tus héroes, se diluyeron, sólo existen en tu mente. Ya no te queda la menor duda, los Otros se apoderaron de todo, incluso de tu historia.

Poco a poco vas sintiendo el dolor que produce tus puños de tanto apretar mientras levantas la vista hacia el cielo, ese mismo que hoy te condena a ser un extraño en tu propia tierra, a quedarte solo, abandonado en ese limbo donde sólo habitan tus fantasmas, incapaces de escuchar tus lamentos y las maldiciones que ruge tu corazón enardecido a causa de los Otros.

Un cuarto de siglo, media vida, y ahora... ¿qué te queda? Los demás murieron, desaparecieron y su voz fue suprimida, pagaron con sangre su sueño, lo perdieron todo... Te preguntas para qué carajos regresaste, de qué valió todo lo que hiciste afuera, lo que hicieron tus compañeros adentro si hoy, a pesar de la supuesta apertura que te hizo regresar no existe en realidad, es una estúpida falacia, el tiro de gracia que los Otros decidieron darles para consolidar la tortura que les infligieron durante años y años. Ya no queda nada por hacer.

Te dices que no, que aún estás vivo y puedes seguir luchando estableciendo nuevas trincheras, que no todo está perdido, que siempre puedes volver a empezar, y aunque sabes que todo eso es mentira, tratas de contener el llanto y el temblor de tu cuerpo, repitiéndote en silencio una y otra vez "estoy en casa, estoy en casa" mientras cruzas el vestíbulo del hotel.

6/6/09

Un poco de nostalgia... El hombre de las rosas

Hay ocasiones en que uno no puede evitarlo y se deja llenar de nostalgia, y empieza a mirar en retrospectiva antes de continuar hacia adelante. Y precisamente ésta, es una de esas ocasiones. Revisando y desempolvado archivos viejos encontré este cuento, que escribí hace aproximadamente diecinueve años, y que si bien cuenta con una larga lista de errores y decenas de frases que al paso del tiempo fui desechando y que muy difícilmente usaría nuevamente, tiene un significado y un valor muy especial para mí.

Mientras lo leía después de años de tenerlo en el olvido, me vi a mí mismo con dieciséis años, tumbado boca abajo sobre mi cama, escribiéndolo en ese cuaderno Scribe de pasta azul y forro plástico (que armé con los restos de otros cuadernos) en el que prácticamente a diario escribía mis primeras historias, mis primeros versos, mientras escuchaba una y otra vez a Silvio Rodríguez, para después transcribirlo y "corregirlo" en la Remington 16 de color negro (que pertenece a mi familia desde 1937 y aún conservo), para entregarlo al día siguiente a... bueno, esa es otra historia que algún día contaré.

Lo más importante de esta narración y de la oleada de recuerdo que vienen amí al reencontrarlo, es que fue el primer texto que me dio la oportunidad de creer que no estaba tan perdido en esto de enhebrar historias, cuando por verdaderos azares del destino ganó el II concurso de cuento Inés Arredondo en 1990, y publicado posteriormente en la Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México (mi primera publicación formal y oficial). Después de eso vinieron otros textos, otras publicaciones, otros premios; pero ese, el primero es y será siempre muy especial, por eso he decidido rescatarlo del olvido y ponerlo aquí, tal cual, sin cambiarle una coma, como testimonio fiel de lo que soy, de lo que fui. Aquí va.


El hombre de las rosas
Hay un hombre que vaga por el mundo repartiendo rosas a todo aquel que se cruza en su camino. nadie sabe de dónde viene y pocos a dónde irá; la gente lo sigue para escuchar su sabio consejo y las historias de los lugares donde ha estado, los niños juguetean con su barba empolvada por el tiempo, él los carga y llena de alegría; los llama "hijos" y les entrega sus rosas de amor y esperanza con la humildad y bondad que lo caracterizan. Anda por las veredas mirando ora al frente, ora al camino para no tropezar y ver todo a su alrededor y, de cuando en cuando, ofrecer una canción de paz como tributo a la tierra, su tierra.

A todos los pastores les enseña a compartir las ovejas y a cuidarse de los lobos voraces que acechan el camino, y a los lobos se enfrenta, con la verdad como única arma intentando descubrir la bondad que guarda el corazón de cada uno de ellos.

"El hombre de las rosas", como lo llaman, tiene la mirada limpia de todo prejuicio, lo mismo reparte rosas al rico que al obrero, al usurero que al labrador, a la prostituta y a la dama de sociead; y con sus palabras los quiere hermanar y, aunque más de una vez ha sido golpeado y torturado por el que tien putrefacto el corazón y sólo se guía por el materialismo, éste sólo ofrece como respuesta una humilde sonrisa a su verdugo y sigue su camino; no los reta ni los odia, sino que los ama más, y créanme que más de una vez así ha hecho cambiar radicalmentea los que no lo comprendían y atacaban.

Éste es el alimento que él consume, el amor y la razón de todos aquellos que al conocerlo han entendido su ejemplo. Y si acaso no llegaran a comprenderlo, él deja salir de sus puros ojos una lágrima al tiempo que sienteun dolor en el pecho, y se cree que ha fracasado en su misión, en ese instante, es cuando los niñosse le acercan para frecerle todo el amor que existe en su pequeño corazóninyectándole las fuerzas necesarias para seguir con su cometido.

Sus rosas no son comunes, son de tipo extraño jamás visto antes, su color es de un carmín hechizante, y además, si aquel que la recibió abre su corazón y lo llena de bondad, ésta nunca se marchitará y poco a poco se irá volviendo parte de él; pero si éste continuó guardando odio y maldad en su corazón, la rosa se marchitará y se reducirá hasta desaparecer. Algunos se atreven a asegurar que esas rosas son pequeñas porciones del corazón de este hombre maravilloso y que lo va repartiendo por el mundo con un mensaje como fuerza para lochar por todos y cada uno de sus ideales.

Este hombre habla absolutamente todos los idiomas del planeta y enseña a todo aquel que lo necesita. En su paso por las ciudades enseña a leer y a escribir a los analfabetas, oficios a los que carecen de trabajo, y a todos en general a tener la frente en alto y a vivir con sus tres valores universales: VERDAD, HUMILDAD y, ante todo, IGUALDAD.

Si tiene u trozo de pan, lo comparte con todos los que padecen hambre sin importarle en lo más mínimo si él mismo se queda sin pan, pues al ver comer a los demás y ver sus sonrisas de agradecimiento, él queda más que satisfecho; ese es otro alimento para él.

Muchos han querido seguirlo en su camino, pero él se los agradece y pide que si creen y confían en él, se queden en sus poblados y ciudades a luchar por todo lo que les ha enseñado, y a seguir su ejemplo; a cambio, él promete regresar cuando todos hayan aprendido su lección y hagan del mundo un lugar cordial arminioso donde reine la paz y la fraternidad; y con esas palabras toma su viejo y raído saco, se lo echa en la espalda y se aleja poco a poco hasta perderse en el horizonte.

A veces, detiene su paso cuando el cansancion y el agobio son más fuertes que su cuerpo y se sienta al lado del camino, se seca el sudor de la frente y mira al cielo que se abre a su paso, descansa un momento, y sigue su camino de esperanza.

Los que siguen su consejo y creen en él, dicen y predican que algún día gobernará al mundo con su sabiduría, y cuando eso pase, ya nadie le llamará "el hobre de las rosas", sino por su único y verdadero nombre: LIBERTAD.