14/12/08

Orondo como pavo real

Hoy ha sido un día de esos en los que uno anda por las calles de la ciudad sintiéndose como pavo real. Mi hija Antara, a sus diez años, nueve meses, dieciocho días y no sé cuántas horas minutos y segundos, debutó profesionalmente como bailarina en la puesta en escena de El cascanueces de la Compañía Nacional de Danza, en el Auditorio nacional (uno de los tres foros más importantes que hay en México).





Aquí aparece su nombre, aunque casi no se ve



Sí, lo sé, su papel es pequeñito, sólo sale en el primer acto y ni siquiera les dan la oportunidad de salir al final a los agradecimientos y que su nombre aparece hasta el final del programa de mano y con letra chiquitita; pero el sólo hecho de ver su carita nerviosa antes de la función y la cara de emoción mezclada con cansancio al salir por la puerta de los artistas del Auditorio, es más que suficiente para, sentirme el padre más orgulloso del mundo. Ya desde ayer, en que estaba en la taquilla para comprar un par de boletas para mis hermanas, tuve que contenerme para no comenzar a presumir con las personas que estaban a mi alrededor en la fila y decirles, así como que no quiere la cosa, como si fuera un comentario casual: Pues MI HIJA baila en el cascanueces. Y como me contuve, pues aquí estoy, presumiendo mi orgullo y mi emoción por este medio.
Aquí creo que se ve un poco mejor su nombre
(Ojo, a mariana ni la conozco)


Hoy, mientras caminaba por Polanco para hacer tiempo a que acabara la función (la gente de la Compañía no nos dio boletas sino para el día 21), tuve la oportunidad, no sólo de dar rienda suelta a mi emoción en plena soledad, sino que además tuve tiempo para meditar sobre varias cuestiones relacionadas con el debut de Antara.


Por una parte, volvió a mí cierto sentimiento extraño y revuelto que me viene cada vez que veo a Tita (así le puso Silvio, su hermano) sobre un escenario; se me combina el orgullo, la emoción y la felicidad, con la sensación de que estoy usurpando un lugar que no me toca, especialmente ahora que Álvaro (el padre biológico de Antara) no pudo viajar desde Colombia para verla. Sé perfectamente que él, tan buen tipo como es, sabe cuánto quiero a Antara y que, bueno, las circunstancias (en las que no voy a redundar ni ahora ni nunca), han hecho que la niña lleva a mi lado más o menos la mitad de su vida, lo que le da la gran ventaja de tener dos papás que la adoran en lugar de uno; pero la ausencia de Álvaro en situaciones como ésta, dejándome todo el momento para mí solito, me hacen sentirme a veces como un ladrón de emociones, lo que se complica ante mi incapacidad para dejarme llevar y abandonarme a esa dulce experiencia de ver a mis hijos felices, haciendo realidad sus sueños. Espero de corazón, que bien pronto ese par pueda reencontrarse y ponerse al tanto de emociones, chismes y demás. Entonces, será el momento de dar un paso atrás y dejarlos que se gocen y se disfruten, de guardar la sana distancia para no interferir en un momento que por circunstancias ajenas a todos, se ha postergado por más de tres años.

Por otra parte, desde anoche en que Antara emocionada nos mostró el programa de mano, me puse a meditar en varias cosas relacionadas directamente con Antara y el inicio de su carrera como bailarina. A ella, que lleva en la sangre el ritmo de la cumbiamba y andaba bailando en los carnavales de Barranquilla desde antes de cumplir su primer año de vida, que se la pasaba bailando de todo el día y a la menor provocación, hasta llegar a vivir a México, nunca se le había pasado por la cabeza hacer del baile su forma de vida. No fue sino hasta que conoció a Fairuz, que hoy es su mejor amiga (y trístemente, a una de las que actualmente menos ve, aunque la tiene bien presente), se enteró que había una escuela del INBA en la que se llevaba en paralelo el estudio de primaria, secundaria y preparatoria con la carrera de danza. Eso fue hace tres años, Antara tenía siete y decidió desde ese entonces que eso quería hacer el resto de su vida. Mentiría si digo que yo la tomé en serio desde el primer momento; pero pasó el tiempo y ella se mantuvo firme en su decisión, y aunque dudé por un momento (para esos entonces ya la había cambiado de escuela por cuestiones de distancia y en los ires y venires de su vida llevaba cinco cambios de escuela), pensé en lo que a mí me hubiera gustado tener un verdadero apoyo, más allá de lo “políticamente correcto”, de lo “verdaderamente rentable” cuando externé mi verdadera vocación. Platicamos con Tany (la orgullosa mamá) y decidimos arriesgarnos a un cambio más, finalmente era lo que ella quería.



Aquí, en plena acción, y, aunque no se ve,

está en el mismísimo Palacio de Bellas Artes,

en el 60 aniversario de la ADM, hace un año

El ingreso no fue fácil, hubo un proceso de selección muy estricto, no sólo a nivel de aptitud, sino hasta físico; pero al final hace año y medio está en la Academia de la Danza Mexicana, ahora cursa el sexto año de primaria y el segundo de la carrera de danza clásica, y cada día la veo más convencida y más enamorada de su decisión. Sí, ya sé que dirán que es aún una niña y que las cosas pueden cambiar; pero basta con ver su cara y la actitud y seriedad con la que toma sus clases los ensayos, y hasta la exasperante manía que tiene de andar de puntitas bailando por toda la casa (igual que Dee Dee, la de la serie animada El laboratorio de Dexter), para saber que apoyarla es la mejor decisión que hemos tomado su mamá y yo. La cosa no ha sido fácil, más allá de lo maravilloso que podamos ver el talento de Antara (lo cual confieso es profundamente subjetivo), gente que no nos conoce se ha acercado a felicitarnos, los maestros nos han hablado de su gran capacidad, y ya hasta nos ha tocado sobrellevar los primeros embates producidos por la envidia y la competencia (especialmente por parte de los papás), lo que de alguna manera nos da un parámetro un poco más objetivo de que Antara tiene talento y lo hace muy bien, aún y cuando formalmente jamás había tomado clase alguna de baile, y menos de ballet.

Además, hasta se parece


Esa circunstancia, a pesar de los ataques a los que en algún momento nos hemos visto sometidos, nos hace a Tany y a mí sentirnos profundamente orgullosos, y en mi caso particular, a sentir una inmensa admiración por esa enana que a su edad tiene perfectamente clara la película. Ya hubiera querido yo a los dieciocho, cuando me tocó escoger profesión, tener la cosa tan clara como ella.

Ésta es de de junio de este año,

durante las prácticas escénicas de la ADM en el Teatro de la Danza


La Academia de la Danza Mexicana fue la primera escuela en su tipo, y tiene 61 años de experiencia y es la de mayor tradición; su planta docente es excelente y el nivel de exigencia enorme, entre los compañeros de Antara, varios de los grandes han obtenido becas importantes como la Rockefeller, y lugares para estudiar en países como Cuba o Estados Unidos… entonces, me pregunto ¿por qué recibe mucho menos presupuesto que la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea (la que está en el CNA), a grado de que el sistema de tuberías de los baños está podrido y no hay dinero para arreglarlo? ¿Por qué están sufriendo por falta de grabadoras? Y, especialmente ¿por qué de la ADM sólo llamaron a seis alumnos para hacer la audición en la Compañía Nacional de Danza, cuando de la Escuela Nacional, entraron, sin audición, cuarenta y cinco? Y no demerito el trabajo y la calidad de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, los chicos que bailan son muy buenos; pero creo que, en justicia, todos merecen las mismas oportunidades, en todo aspecto, económico, laboral, etc. Ambas son escuelas pertenecientes al INBA, no veo por qué hacer distingos o tener preferencias, cuando se supone que las dos escuelas persiguen el mismo fin, que es la formación de profesionales de la danza. No sé, será acaso que la Escuela Nacional está más bonita, tiene más espacios y mayor capacidad en infraestructura, o simplemente por moda, o porque políticamente luce más el apoyo a ésta y no a la Academia. Pero bueno, lo importante, de cualquier modo, es que la ADM, con todo y las limitaciones, está dando muy buenos resultados… ¡y Antara está bailando con la Compañía Nacional de Danza en El cascanueces!

Perdón; pero no puedo dejar de presumírselo a todo el mundo.

Antara ha crecido como persona y está creciendo como bailarina, y en ejercicio absoluto de toda mi vanidad y egoísmo, quiero compartirlo con todo el que caiga por aquí y se decida a leer esto. Y es que más allá de lo feliz que pueda estar, este camino que está iniciando, me da un aliciente fundamental para no tirar la toalla, para tratar de darle el mayor de los ejemplos; pues no quiero que ni ella ni su hermano vean en mí algo que no soy, que no quiero ser; por eso este blog y por eso, aunque a veces las palabras se me resistan, diariamente me siento a escribir ya borrar y a corregir y hasta a destruir lo escrito, no ya para pasar a la historia como escritor, sino para que ese par que tanto adoro sepan con una certeza plena que su padre no abandonó su vocación en ningún momento y, lo logre o no lo siguió intentando siempre. Realmente estoy en contra en la idea del “sacrificio” por los hijos y no se los voy a heredar; al contrario, quiero que luchen por sus sueños, así sean los más disparatados, que se aferren a esos sueños hasta conseguirlos; pero sobre todo, que sean Ellos Mismos, y que no permitan que jamás, nada ni nadie, les imponga qué deben pensar, ser o hacer. Por eso apoyo a Antara y llegado su momento apoyaré a Silvio incondicionalmente, porque los amo y son mi luz, mi faro, mi vida.

Tal vez ya caí en el delito agravado de lo melodramático; pero la emoción es mucha… ¡y Antara está bailando con la Compañía Nacional de Danza en El cascanueces!

Y no creo que sea la primera ni la última vez que lo haga; Silvio a sus dos años y medio parece comenzar a mostrar inclinaciones musicales, y pues, bueno ya nos encargaremos de darle opciones y ya será lo que él decida ser, y por supuesto que cuando eso sea, recaeré en este pecadillo de la vanidad y vendré a presumirlo, bailando, musicando, cantando, jugando al fútbol o lo que mejor le acomode y de la gana, siempre que sea feliz.