2/11/08

Rotundo vagabundo

¿Para qué negarlo? Soy un rotundo vagabundo, de esos que no pueden evitar quedarse quietos y adaptarse a las normas establecidas y a los tiempos y a las costumbres y a los lugares; siempre voy de aquí para allá buscando algo más, eludiendo protocolos y formalidades, para encontrar siempre el lado más sencillo (que no más simple) de la vida.
Soy un vago que se niega a dejar de ser niño, porque sólo así puedo continuar sorprendiéndome con el mundo y sus alrededores.
Camino porque sólo en el movimiento puedo ver el mundo que deseo y puedo verme a mí, a los ocho o nueve años, saltando a la calle a la menor provocación, y descubrir satisfecho de que a pesar de los años y las lágrimas y los títulos nobiliarios y la gente adulta, sigo siendo ese mismo niño.
Soy un paria caminante que prefiere más ser cosmopolita que ciudadano del mundo, porque sólo a través de la distancia puedo apreciar y responsabilizarme de mi raíz, de lo que soy, y no escudarme en ideas globales para no comprometerme con nada.
Camino porque recorriendo la vida de un lado al otro no me quedo ni a la derecha ni a la izquierda, ni en el centro el sur o el norte, pues soy mi propia rosa de los vientos.
Soy un nefelibata que busca en las alturas los ojos de mi madre, esos que llevaban atrapados al mar y al cielo en el iris, diciéndome que, después de todo, no soy un caso tan perdido.
Camino porque así puedo alumbrarles la senda a Antara y a Silvio y mostrarles que, a pesar de lo que parece a simple vista, siempre hay muchas más opciones adonde dirigir los pasos.
Soy un andariego atorrante que colecciona historias, rostros, palabras y paisajes como forma ineludible de no perder la capacidad de sorpresa frente a lo que me rodea.
Camino porque no creo ni en sacrificios, ni en ángeles o demonios, y prefiero cada día embriagarme de vida en lugar de dejarme envenenar por la realidad.
Soy un extranjero eterno que busca verdades hasta en las mentiras, porque mi espíritu decidió no creer ni en todo lo que lee ni en todo lo que le dicen.
Camino porque sólo las distancias hacen que nos llenemos de ideas y de palabras y de historias y de poesía, y sólo con ellas es que podremos vencer al olvido.
Soy un viandante inconforme que un día decidió emprender un viaje infinito convencido de que el patrimonio más valioso del ser humano es la libertad de su alma.
Camino porque así puedo descubrir al universo, y jugar a Dios y a crear y recrear la realidad, revolver verdad y ficción, darle tres vueltas y echarla a volar, esperando que algún día en ese volar de historias, pueda llegar a convertirme cuando menos por un segundo, cuando menos para una sola persona que me lea, en parte de su historia, de nuestra historia, de la Historia.