19/6/10

Porque lo naco no se destruye ni desaparece, sino que se transforma... ¡Y eso es chido!

La década de los ochenta del siglo XX (esa que aunque suena tan lejana, sigue estando muy cerca de nosotros), estuvo marcada por diversos eventos como el surgimiento del Tianguis cultural del Chopo el 4 de octubre de 1980, el inicio del movimiento conocido como Colectivo rupestre a finales de 1983; y el nacimiento de sitios como el mítico Rockotitlán en 1984, por mencionar algunos, que fueron a nuestro juicio definitivos para la consolidación del rock mexicano.

En esa época comenzaron a surgir una serie de grupos y rockeros que con su trabajo cambiaron la forma de concebir y hacer rock en México; y de todos ellos, destacan tres exponentes que sentaron las bases para que esta manifestación musical adquiriera carta de naturalización; tres rockeros que con sus letras, la fusión de diversos géneros musicales y su marcada tendencia a romper con los paradigmas, consiguieron mexicanizar al rock y convertirlo en lo que ahora es, e incluso, nos atrevemos a afirmar que el medio siglo de vida de rock mexicano está marcado por un antes y un después de ellos. Me refiero a Rodrigo González Rockdrigo (1950-1985), el gran Jaime López, y por supuesto, la Botellita de Jerez, a quienes dedicaremos este espacio.

Botellita de Jerez surge aproximadamente en 1983, presentando una propuesta nueva, fresca y sobre todo, profundamente sarcástica e irreverente: el Guacarock, a decir de ellos mismos, una mezcla de "...sabroso guacamole escénico y sonoro, el humor carpero de Tin Tán, y lo más rasposo de la música de barriada con el rocanrol..." Y además el guacarrock no venía sólo, estaba acompañada de toda una imagen, que años más tarde se consolidaría como el art-nacó: los tres charrockers, Francisco Barrios el Mastuerzo, Armando Vega Gil, el Cucurrucucú y Sergio Arau, el Uyuyúy, irrumpen la escena rockera vestidos con jeans entubados con botonaduras de charro, tenis con espuelas, aretes con forma de latas de cerveza, e instrumentos, adornadas con peluche y calcomanías tornasol, generando polémica con la fusión de ritmos como el blues y el rock con el son, la cumbia y hasta el bolero, aderezadas con letras directas, de corte cómico y llenas de albures y dobles sentidos, que no sólo recogían el caló de los grupos marginales de la juventud de esa época y elementos arraigados en la cultura popular, sino que se burlan del propio rock que en ese momento se estaba haciendo, y además aportaban una dura crítica a la cotidianidad de la ciudad de México, llevando su propuesta a las entrañas mismas del statu quo mediático (Televisa), donde en son atacados y censurados (de hecho actualmente continúan vetados por el consorcio), lo que no logró amilanar su éxito entre la juventud que lo escuchaba, a pesar de que se mantuvo especialmente en su primera etapa como un grupo subterráneo y marginal.

Además, fueron los primeros en teatralizar el rock mexicano, ejecutando scketches durante sus presentaciones, en las que reflejaban no sólo la realidad cotidiana que los rodeaba, sino que además se burlaban de ellos mismos, y con ello, de lo que hasta ese entonces se entendía que debía ser el rock, lo que a decir de ellos mimos, les generó muchas enemistades entre muchos de los rockeros "clásicos" que tendían a ritualizar el género. Una de sus influencias más claras fueron los "Tepetatles", agrupación formada por artistas, en esos días incipientes como Carlos Mosivais, Chava Flores, Julián Bert, Alfonso Arau (padre del Uyuyúy) y José Luís Cuevas y que en 1965 grabaran "Arau a Go-go" (y que incluye "Tlalocman", tema que se hizo clasico con los Botellos, especialmente por el "ritual" que ejecutan a media canción durante los conciertos).

En su primera etapa grabaron tres discos Botellita de jerez (mejor conocido como el "morado" de 1984, y de donde Café Tacubva tomó Alármala de tos para su álbum Avalancha de éxitos), La venganza del hijo del guacarock (1985) y Naco es chido (1986) (es en esa primera etapa que forjan lo que posteriormente sería su lema más emblemático: "Todo lo naco es chido", que vendría siendo algo así como "todo lo grasa es piola", "todo lo mañé es bacano" o todo lo cutre es guay"), El Uyuyúy abandona la agrupación en 1988, por lo que la Botellita reclutó a nuevos elementos de gran talento como Santiago Ojeda, el Sr. González y Cox Gaytán, tomando un rumbo muy distinto al que le dio origen, abriendo espacio a lo que se conoce como su "periodo oscuro", en el que el grupo toma un sonido más depurado, sí; pero se vuelve más comercial y se aleja de su concepto original, e incluso ingresa a las filas de Televisa participando en la telenovela Alcanzar una estrella y la película Más que alcanzar una estrella, así como en la obra de teatro Todo lo que digas será al revés, haciendo comparsa a Angélica Vale, lo que les hace perder público y credibilidad de la banda. De esa segunda etapa son las producciones Niña de mis ojos (1989), Busca amor (1990), y Todo lo que digas será al revés (1992), todos ellos actualmente descontinuados.

En 1994, rompen con el círculo vicioso en el que se encontraban y emerge una tercera etapa en la vida de la Botellita, regresando a sus raíces, aunque con un sonido más limpio y elaborado. Ese año graban Forjando patria, con el que consiguen reinvindicarse con el público que los había abandonado en su periodo oscuro. Dos años después, y siguiendo la oleada de los unplugged, deciden hacer un concierto acústico en La planta de luz, en el que interpretan los temas más representativos del grupo, quedando como testimonio el Superespecial un-plug; sin embargo, este nuevo aire no dura mucho, ya que en 1997 deciden separarse, ofreciendo un concierto de despedida el 19 de junio de ese año en el Teatro Metropolitan, en el que se reúnen todos lo que en algún momento se habían alineado a la agrupación y graban en vivo El último guacarrock.

El 16 de septiembre de 2000, el Mastuerzo, el Cucurrucucú y el Uyuyúy, se presentan en el Hard Rock México, en un concierto denominado "El arrejunte", y de ahí en adelante han llevado a cabo colaboraciones especiales en bandas sonoras de películas como Piedras verdes (2003), Corazón de melón (2005) y Un día sin mexicanos (de 2004, en la que Arau debuta como cineasta); así como en tributos a grupos como los Tigres del norte (2003) y artistas como Tin Tán (2005). Actualmente, y a partir del lanzamiento de ¡Naco es Chido! (2009), película dirigida por Sergio Arau, y los conciertos que han dado a propósito de ésta, los Botellos vuelven a ser noticia, remueven las nostalgias de todos aquellos que los seguimos desde sus comienzos, y convocan ahora a una nueva generación de jóvenes que los escucha y reconoce en su música la semilla de un concepto que ha sido reproducido (para bien o para mal), por diferentes bandas en las últimas dos décadas.A pesar de los años, la fuerza y la frescura de la Botellita de jerez, no se pierde: son divertidos, guarros, contestatarios, estrambóticos; pero sobre todo, vigentes y puros en su esencia guacarrockera, representantes incomprendidos de una generación de rockeros que creció marginada y que abrió las puertas, generó una industria que antes de ellos no existía, combatiendo la censura y el silencio de los medios impuesta desde el festival Rock y ruedas de Avándaro (1971).
Escuchar a Botellita de jerez, es escuchar una parte fundamental en el rock mexicano. Uno puede concluir que son buenos o malos (cada quién sus gustos); pero sin duda debemos coincidir con la escritora Laura Esquivel, tal vez sean muy nacos; pero también son muy chidos... y como dice el aforismo del Guacarrock de la Malinche: "Si lo mexicano es naco, y lo mexicano es chido; entonces verdad de dios, ¡todo lo naco es chido!"