7/11/09

Martes trece

Fue precisamente un martes trece, de esos en que la gente prefiere andarse con cuidado, en que todo comenzó para mí. Fueron las circunstancias, el destino, o ¿por qué no decirlo?, la suerte de ese martes trece la que me llevó a la bonanza en que ahora vivo. De hecho, nunca planee convertirme en un héroe, acaso pensaba solamente en esperar a que transcurrieran los dieciocho años que faltaban para mi jubilación y atenerme a terminar mis días con la consecuente pensión. Sin embargo, la gloria vino a mí como una ráfaga de luz, de esas que dicen sentir los inspirados antes de crear la obra suprema de su existencia.

Ya había leído en los periódicos las declaraciones del Procurador respecto a la existencia y detección de la llamada "Hermandad", una mafia de empresarios, políticos, militares y policías de muy alto rango que manejaba los hilos finos del crimen del país y que no había pasado de ser una mera teoría conspiracionista; pero que ahora, tras las afirmaciones del Procurador y su determinación pública de acabar con ella, estaba causando un revuelo que tenía a más de uno con los nervios de punta. Ya entre los pasillos de la corporación se rumoreaba sobre la identidad de sus integrantes, se barajaban nombres entre los que se encontraban connotadas personalidades. La situación se puso fea, ya que al tambalearse un coto de poder que durante generaciones había permanecido oculto e intocable y que ahora estaba expuesto a la atención pública, las reacciones no se hicieron esperar, y el país se vio envuelto en una escalada de violencia como no había visto en toda mi carrera como agente policiaco.

Había que dar una solución y pronto, antes de que la oleada de violencia se saliera de control y se llevara entre las patas a muchos inocentes; pero ¿qué podía hacer yo, un simple policía de escritorio y de muy poca monta, ante una situación de ese calibre? acaso muy poco; pero decidí tratar de poner mi granito de arena, cuando me gradué en la corporación había hecho un juramento de resguardar la paz y el orden público, y así mis esfuerzos resultaran inútiles, no me quedaría con los brazos cruzados.

Fue precisamente un martes trece cuando asesinaron al Procurador, El crimen conmocionó al país entero, se traba tal vez del único político verdaderamente honesto que habíamos tenido, y quizá por ello y por su afán de acabar con la podredumbre en que se encontraba convertido el país se había decidido su muerte, se estaba convirtiendo en un símbolo de justicia, un obstáculo al que era preferible arrebatarle la vida y convertirlo en un mártir, antes que permitir que atentara contra la estabilidad del sistema.

De inmediato se iniciaron las investigaciones y no se hablaba de otra cosa. Los mejores investigadores se enfocaron al caso; pero miren cómo son las cosas, la tragedia se configuró mi éxito, pues fui yo, un policía a quien nadie miraba, a quien nadie conocía, el que dio con el autor del crimen, tan sólo a unas horas de cometido, y obtuve información que fue determinante y detallada que permitió precipitar la caída de varios miembros de la "Hermandad". Por supuesto, fui condecorado y dejé de ser un agente anónimo, un número más en la nómina de la corporación. Rápidamente me ascendieron y me sacaron del escritorio en el que llevaba años refundido para hacerme cargo de trabajos de cada vez mayor importancia, ganando el reconocimiento y la confianza de mis superiores. Así fue como sin sospecharlo siquiera, por ese golpe de suerte, por esa capacidad de respuesta que demostré, que llegué a la cumbre.

Ahora, sin temor a sonar arrogante, puedo decir que dentro del andamiaje del país, soy un hombre clave, importante. Todos me reconocen por haber dado con el responsable de la muerte del Procurador sin que nadie me lo hubiera pedido, y si algo me satisface, es que nadie, absolutamente nadie, supo cómo ni de qué manera me las arreglé para meterme en el despacho del Procurador y le dí la puñalada en la espalda, para inmediatamente después vaciar mi pistola en su cabeza. Nadie sospecha siquiera de las nueve horas que me llevó a convencer a aquel cartero para que, a fuerza de las más originales y sofisticadas torturas que practiqué en su cuerpo y su mente, se confesara culpable. Todo salió a pedir de boca.

Hoy, curiosamente un martes trece, Tomo Posesión como nuevo Procurador. Pero lo mejor sucederá esta noche, cuando por fin, me den la investidura de Hermano Mayor". Todo está en orden. Todo está en paz.