12/9/09

La mirada del angel


Ella es La victoria alada (bueno, está bien, la de la foto es su clon, ya que no cuento con los medios para tomar ese ángulo a la original), mejor conocida en México como el Ángel de la Independencia. Ha sido imagen de nuestra ciudad, vigía del devenir histórico de nuestro país durante prácticamente un siglo y representa, a decir del discurso oficial, nuestra independencia, libertad y soberanía.

Desde las alturas allá en el corazón del Paseo de la Reforma nos observa. Nos ha visto luchar, llorar ante la tragedia, reír, apretar los puños con furia ante las injusticias que, por una u otra razón, y por cuenta de uno u otro político, de buenas a primeras decide que lo mejor para el país es seguirse dando vida de reyes a costa de la ciudadanía.

Pero el ángel ahí está, firme, dando cuenta de nuestros días con la diestra al cielo sosteniendo la guirnalda de olivo, sosteniéndose en medio de esta triste metáfora consistente en el hundimiento de la ciudad, que de 1910 a la fecha ha creado la necesidad de aumentar en un total de diecisiete peldaños a la escalinata original... ¿Será que cada vez nos va a quedar más lejano acceder a nuestra independencia?

Hoy, a 199 años del inicio de la revolución de independencia y 188 de su consumación (recordemos que el acta que formal y jurídicamente dio la independencia a México se firmó el 27 de septiembre de 1821; es decir, después de veintiún años de movimiento armado), nos preguntamos ¿Qué mira el ángel, hacia dónde dirige su vista? Quizá hacia otra triste metáfora visual, donde el Paseo de la Reforma se convierte en su cárcel (los edificios que la rodean son nada más y nada menos que la embajada de los EEUU, el edificio Knoll, la Torre HSBC y el hotel Sheraton), con lo que ello pueda representar; quizá mira con los ojos a punto de desbordar sus doradas lágrimas ante la ingobernabilidad, la violencia y la crisis económica, ante la incapacidad o indolencia de la oligarquía política, que persiste en no aprender de los errores y hacer justo lo contrario de lo que se hace en otros países para salir adelante.

Pero nosotros, más allá del discurso oficial que nos enseñan desde niños, quisiéramos pensar que el Ángel de la Independencia, NUESTRO ángel, echa a volar la mirada hacia la esperanza, con la fe puesta en un pueblo de sobrevivientes lleno de vicios; pero también de virtudes y del que, a pesar de lo que pudiera parecer, nos sentimos orgullosos.

Más allá de los mitos, mentiras y omisiones de la historia oficial (como diría el gran maestro Juan Miguel de Mora), o de discursos patrioteros, México está conformado por más de cien millones de personas que de una u otra manera, en mayor o menor medida, sale todos los días a la calle a partirse el lomo, a luchar y a defenderse incluso de sí mismos; un pueblo que sueña y vive y goza y llora y se patea con los demás y al mismo tiempo se solidariza con el otro ante la tragedia. Somos como dicen los entendidos, un país de contrastes, que no conoce puntos medios y lo bueno o lo malo que pueda haber en nosotros lo lleva a los extremos. Un pueblo con historia, aunque a veces nos olvidemos de ella. En fin, un pueblo del que como mexicanos nos sentimos orgullosos por la ironía con la que vemos y enfrentamos nuestra tragedia cotidiana y por la forma de burlarnos hasta de la propia muerte.

Quizá sea eso lo que mira el ángel con esos ojos de gesto neutro e indescifrable... eso sólo él (o ella) lo sabe. Lo único cierto es que no podemos mirarla, pararnos al pie de la columna que la sostiene y que resguarda a esos seres humanos que con buenos o malos motivos, también llenos de vicios y de virtudes como nosotros, dieron la pauta para crear este caótico país, sin que se nos erice la piel y nos sintamos orgullosos de esta cuna del apocalipsis, de este país que, parafraseando al escritor Rodrigo Solís, es hermoso, hasta en sus horrores.

¡VIVA MÉXICO, CABRONES!