21/3/09

La tríada colombiana (Parte 1)

Un referente obligado al hablar de la literatura contemporánea de Colombia es, por supuesto, el Premio Nobel 1982 Gabriel García Márquez (Aracataca, 1928). Sin embargo, y sin demeritar el trabajo de este gran escritor y periodista, representante de lo que se conoció a nivel mundial como el Boom latinoamericano, principalmente durante las décadas de los sesenta y setenta, encontramos que por desgracia, en nuestro país, el trabajo de otros escritores de una nueva generación colombiana han pasado casi desapercibidos (como muchos todos los nuevos escritores talentosos de nuestro país), sea porque no representan una venta segura para las compañías editoriales, o bien por no estar reconocidos por los “grandes” círculos de escritores mexicanos. Pero ellos están ahí, con un trabajo concreto que refleja fielmente la realidad de ese país sudamericano, tan alejado México por su situación geografía, como cercano por su historia reciente.

Dentro de esta nueva generación de escritores, consideramos a tres autores como los principales exponentes, debido a su talento y fuerza narrativa, y a quienes hemos denominado como la Tríada Colombiana: Héctor Abad Faciolince (Medellín 1958), Fernando Vallejo (Medellín, 1942) y Rafael Chaparro Madiedo (Santa Fe de Bogota, 1963-1995). Y es precisamente por que los consideramos fundamentales para entender las nuevas tendencias literarias en Latinoamérica, que dedicaremos este espacio y algunos más a hacer una breve semblanza de su trabajo y de los puntos de convergencia de esta tríada, iniciando, en esta ocasión, con el antioqueño, Héctor Abad Faciolince.


Héctor Abad Faciolince
Fragmentos de una nueva literatura

Como ya señalamos en líneas precedentes, Héctor Abad nació en la capital de Antioquia en 1958, donde cursó la carrera de Periodismo; más adelante estudió Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Turín, en Italia, y hasta la fecha, su trabajo se ha desarrollado como periodista, traductor y escritor. Ha publicado el libro de cuentos Malos pensamientos; las novelas Asuntos de un hidalgo disoluto, Fragmentos de amor furtivo (que actualmente está en vías de convertirse en película); Basura (con la que ganó el primer premio Casa de América de Narrativa Innovadora); Angosta; El amanecer de un marido; el libro sin género Tratado de culinaria para mujeres tristes; el libro de crónicas El oriente empieza en El Cairo, los magníficos libros de ensayos Palabras sueltas y Las formas de la pereza y el entrañable relato sobre su padre El olvido que seremos, así como de innumerables ensayos y artículos en periódicos y revistas.

Su obra se distingue por un estilo fresco, sencillo y desenfadado, aunque no por ello menos impecable, que encierra a su vez una gran profundidad temática que confluye en un tema recurrente: los horrores y la realidad de una ciudad como Medellín; pero no visto desde el punto sensacionalista de la violencia y la guerra desatada en la zona en los estertores del siglo veinte, sino desde una perspectiva mucho más universal y común: el vacío espiritual, la falta de un sentido claro que ayude a sobrellevar la vida, la necesidad de aferrarse a algo en medio de una urbe cualquiera del planeta, poblada por millones de almas igualmente solitarias que viven día con día la decepción de experimentar en que las “bondades” no son para ellos. Sin embargo en el enfrentamiento con esta dura realidad, Abad Faciolince aborda temas fundamentales como las relaciones humanas, la vida, la muerte y los retos y preocupaciones del escritor, sin perder ese sentido lúdico que le permite saltar de imágenes poéticas con una gran carga emotiva mediante el uso de construcciones verbales sencillas (que no simplistas), hasta comentarios irónicos y que, incluso, más de uno podría considerar como temerarios, como es el caso del sarcasmo que dedica al realismo fantástico, en boca de uno de sus personajes, al declarar después de una disertación sobre lo que debe de ser la nueva literatura: “Yo no sé cuándo conocí el hielo pues yo nací en los tiempos de la nevera. Me acuerdo, sí, de una mañana en que mi padre me llevó a conocer un muerto.” (“Basura”, pág. 58).

Ahora bien, otro tema recurrente en medio de esa constante soledad es el amor, que, sin caer en la novela rosa, hace de hilo conductor de sus obras. Y el mejor ejemplo es, la que a título particular consideramos como su mejor novela publicada Fragmentos de amor furtivo, que relata una historia de gran erotismo en la que Susana y Rodrigo, dos personas de la clase media colombiana, que enfrentan su soledad, y a pesar de ser diametralmente diferentes, deciden dar rienda suelta a un amor verdaderamente difícil para ambos. Lo notable y sublime en este caso, es la forma en la que Héctor Abad consigue escudriñar el sentimiento y los pensamientos del alma femenina, brindándonos una novela que establece una plena identificación del lector(a) con los personajes y las situaciones planteadas y nos regala, por un lado, a la mujer que todas las mujeres, consciente o inconscientemente, desean llegar a ser, y por el otro, al hombre que, queramos o no, somos todos los hombres.

Desgraciadamente se acerca el momento de dar por terminado este conjunto de fragmentos sobre la obra de un escritor ampliamente recomendable, que sabe disparar con gran maestría los detalles y avatares de la vida cotidiana para convertirlos en un hecho estético y literario lleno de significaciones y matices, que nos llevan de la mano por una ficción tan convincente y verosímil como nuestras propias manos, como nuestras propias vidas. Así que, no deje pasar la oportunidad de conocer a este gran autor, de zambullirse en el placer de su pluma.