2/12/08

No estarás sola

Una excelente poeta y amiga a quien quiero, respeto y admiro está triste. Los paisajes que hoy la rodean resultan poco atractivos, más bien aciagos y tenebrosos y no le permiten brillar con esa intensidad tan suya, con esa pasión que pocos entienden en su exacta magnitud, y por eso la rechazan, porque no la comprenden, porque le temen por su capacidad infinita de ejercer su libertad, de Ser Ella Misma (así, con mayúsculas), autentica, sin mostrarse en pequeños trozos enmascarados para cuadrar en esta bufonada que es la vida.

Hoy, el entorno la asfixia y una vez más su naturaleza errante la lleva a pensar en migrar hacia nuevas tierras para poner distancia, para olvidarse un poco de toda la mierda y la violencia que la rodean, para escapar a salvo de “…la medianía intelectual, la medianía del alma, la poca vergüenza ni la violencia que como sereno de la aurora se le pega a una.”

Y yo, que muy lejos estoy de tener la mínima autoridad para aconsejar a nadie, llevo horas tratando de enhebrar cuando menos un par de palabras que puedan hacerla sentir un poquito mejor y le ayuden a paliar cuando menos en algo su desencanto, sin que suene a frase gastada, a lugar común… Pero, ¿cómo decirle que su dolor me duele? ¿cómo expresar cabalmente la frustración que me causa el no poder hacer nada para confortarla? ¿cómo explicarle que, a pesar de que últimamente la moda es juzgarnos a todos los hombres partiendo de la bajeza de nuestra condición masculina, yo soy distinto y hoy como antes sigo compartiendo el mismo frío de la incomprensión, el hambre voraz por vivir apasionadamente, con abandono e intensidad, así como ella misma me enseñó?.. No, definitivamente no hay manera.

Y es que cuesta tanto saberla triste, saberla mal; imaginar sus pequeños ojos ensombrecidos por la pena, de un par de lágrimas contenidas, luchando por escurrirse, su carita hermosa apagada, y verme aquí, con este par de manos inútiles, incapaces de hacer nada por darle algo más allá que estas palabras que vienen y se van y no terminan de llegar a ninguna parte y se mezclan con infinidad de recuerdos de cuando ambos éramos guapos y lo sabíamos, de cuando compartíamos escritos y sueños, en el café el Melodrama, en el Péndulo de la Condesa, en la plazuela de Cuernavaca, en el comedor de su casa de Jojutla la víspera de un 15 de septiembre, o a las carreras en el aeropuerto el Dorado, donde nos vimos por última vez hace poco más de tres años, ese día en que ella pensó que iba sólo por un paquete y en realidad iba a verla a ella, a presentarle a mi esposa, a abrazarla con fuerza y decirle que tenía razón, que es posible romper cadenas y reinventarse, rebuscarse en las entrañas la esencia y sacarla a flote para vivir como un piensa y no pensar como uno vive, y que al final callé sintiéndome como un intruso, con la amarga sensación de haber hecho mal tercio y arruinado un encuentro en el que yo no cabía.

Desde aquel día poco contacto volvimos a tener, el tiempo, la vida y los caminos nos llevaron por rumbos diferentes y la desidia hizo los silencios más prolongados; pero su recuerdo y ¿por qué no decirlo? su ejemplo, ha estado presente en todo momento ¿y cómo podría ser de otra manera, si ella es precisamente una de las tres mejores amigas que tengo?

Hace casi una década, allá cuando comenzábamos a conocernos, circunstancialmente me pidió un consejo sobre una decisión y yo se lo di un par con la mejor de las intensiones. Muchas cosas nos han pasado desde entonces y hoy, aunque ella no me lo pide, yo me siento obligado a darle un consejo en nombre de nuestra amistad y el cariño que nos hemos tenido. Quiero decirle que no se deje caer, que si siente que debe emprender el vuelo una vez más a buscar lo que aquí no encuentra, que extienda las alas tan grandes como pueda y migre a donde el viento y el destino la lleven; que se de una tregua pero que no claudique, pues aún le falta mucho por florecer y por brillar; pero sobre todo quiero decirle que sin importar lo que haga, las fronteras que atraviese o incluso los silencios aquí, en estas tierras, hay alguien en quien puede contar incondicionalmente, un amigo que la quiere y la lleva dentro, en ese baúl de las grandes querencias que llaman corazón.

Insisto en buscar palabras que le den consuelo, pero es tan grande el sentimiento que a veces las palabras también hacen el mal tercio. Y en medio de estas palabras revolotea en mi cabeza cierta canción de Ismael Serrano que un día le regalé, y que en estos momentos y ante mi incapacidad para expresarme, calza a la medida:

"No estarás sola,
vendrán a buscarte batallones de soldados
que a tu guerrilla de paz se han enrolado.
Y yo en primera fila de combate
abriendo trincheras para protegernos, mi guerrillera.

No estarás sola,
te saludarán a tu paso en mil idiomas, con mil lenguajes,
la gente a la que despertaste en cada viaje,
los que dormían en las calles,
a los que preguntaste,
por su esperanza, por su desastre.

No habrá distancias
que no cubra cualquier hombre que te busque.
No habrá rincón en que tu nombre no se pronuncie.
No habrá misterio o duda en que tu presencia no luzca,
faro solidario en ausencia de paz,
en tiempos difíciles Estrella Polar.

Sola nunca, nunca estarás.

No estarás sola,
siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida,
quien te de aliento cuando te des por vencida.
Tu revolución llenará sonrisas,
yo la incorporé a mis aperos
de trabajo, a mi vida.

Clava hoy tus raíces en mí.
Quién pudiera retenerte en Madrid.
Visitaremos lugares a los que hemos
ido antes juntos,
antes de conocerte,
antes de encontrarte.

No estarás sola,
siempre habrá quien te ayude a hacer las mudanzas,
quien te regale manos flores presencias sin pedir nada.
Y allí estaré para amarte,
y aunque no esté,
allí estaré para amarte.

No estarás sola.
No, no estarás sola.
No estarás sola."