15/11/08

Fragmentos del paisaje


Fragmentos del Paisaje, crónicas de viaje por América latina, Andrés Treviño, Editorial Códice, México, 2008.

A quienes nacimos a partir de la década del setenta, nos distingue una característica esencial: somos, de una u otra forma, una generación de migrantes.
Tal vez como producto del fenómeno de la globalización, por el vacío existencial que nos han dejado las decepciones heredadas de las generaciones anteriores, o como resultado del indiscriminado bombardeo mediatico y la consecuente desinformación a la que estamos sometidos, nos hemos visto impulsados a ir y venir, a migrar de un lado a otro para satisfacer esa necesidad de saber y de creer, de conocer lo que hay más allá de lo que cotidianamente nos rodea.
Por ello, sea por placer o por necesidad, nos encontramos en constante movimiento. Unos nos vamos a otros lugares para conocer culturas distintas, nuevas formas de pensar, de vivir; otros, migramos en busca de las oportunidades que en nuestros lugares de origen cada día parecen más difíciles de alcanzar, y otros, quizá menos afortunados, físicamente nos mantenemos estáticos; pero nuestra mente y nuestra imaginación navegan por universos lejanos e inmersos en esas realidades paralelas a las que en muchos casos podemos acceder a través de la internet.
Pero en medio de todo este fenómeno, el estado semi nómada que hemos adoptado responde a un sólo impulso: encontrarnos a nosotros mismos, encontrar algo en qué creer, un acicate al cual aferrarnos para darle sentido a nuestra existencia.
Y es al momento de dar constancia, al hacer un resumen de los hechos vividos, en que la transformación del viajero cobra su exacta dimensión; sin embargo, son pocos los testimonios que logran trascender más allá de la anécdota, de la postal o la típica fotografía que muestra al protagonista en turno sonriente delante de tal o cual lugar.
Lejos quedan ya las épocas en que los viajantes debían casi por necesidad dejar consignadas sus experiencias, sus descubrimientos y sus puntos de vista. Actualmente, son contados quienes han conseguido llevar sus vivencias al papel con buenos resultados, como los colombianos Héctor Abad Faciolince y Santiago Gamboa, el español Gabi Martínez, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, o el cubano José Manuel Prieto.
Y ahora, es el turno de Andrés Treviño y sus Fragmentos del paisaje.
En estas crónicas de viaje, Andrés nos invita a compartir sus vivencias a lo largo de un año de andar por América latina; pero no la América de la postal, de “lo bonito”, sino que a través de su prosa, trata de sumergirnos un poco más hacia los adentros de cada lugar, para tratar de darnos una idea un poco más completa de ese mundo real hecho a un lado por el folleto turístico; pues en muchos casos, no es Andrés quien relata los sucesos, sino que es la gente, los propios habitantes de cada localidad visitiada, quienes toman la palabra para dar sus impresiones y expectativas sobre la realidad que les toca vivir.
Gracias a su talento como narrador y dramaturgo, Andrés nos lleva de la mano a través de un discurso directo, de “tú a tú”, transportándonos a través de sus palabras hasta sentirnos protagonistas de cada relato. Así, nos es posible paladear ese sabor a tristeza que emerge del Paraguay, o el aroma azufroso del Tío en las minas de Cerro Rico en Potosí, Bolivia; sobrevivir en Managua a un asalto al lado de la doblemente heroica; o bien, llorar dentro del templo del chamán en Palenque.
Por otra parte, al leer Fragmentos del paisaje, podemos ser testigos de la transformación que kilómetro a kilómetro se fue generando en Andrés, al enfrentarse a realidades crudas; a momentos de angustia que hoy a la distancia se antojan divertidos, como el caso de las larvas que le fueron extirpadas de la cabeza; así como a otros de profunda reflexión, en los que el encuentro consigo mismo, con ese yo que ha ido evolucionando al paso del tiempo, sale a flote hablándonos lo mismo con melancolía que con una irónica amargura, o con la indignación propia de quienes han tenido que sufrir la cerrazón burocrática en un módulo migratorio.
Pero lo más interesante, lo que es más digno de festejar, es que lo que comenzó como una serie de imágenes escritas enviadas a unos cuantos amigos por correo electrónico, se pudo convertir en este libro, y ahora podremos leer y disfrutar y compartir y hasta apropiarnos de una parte del Andrés que se fue un día y regresó un año más tarde, dejando una constancia hecha palabras de su paso, quizá para animar a otros a emprender el camino y trazar nuevas rutas y descubrir nuevos significados, o quizá, solamente para que no se olviden sus palabras; porque tal y como dijo José en medio de la selva, “Toda palabra cuyo significado se pierde, para mí significa tristeza”.

1 comentario:

Marcos García Caballero dijo...

Qué tal Raúl Esquivel: ?

Pues sí, ya hace rato, mucho rato sin saber de tí, ahora ando viviendo en hot waters o aguasardientes como usted guste. En la literatura me ha ido dos que tres, hace un año dejé la filosofía pero como la virtud de los filósofos no es la resignación, pienso volver a estudiar en enero, en fin hay varios planes. Qué bueno que tienes ese libro de Andrés treviño, me lo pasó Rocío Noblecilla, la editora. Un gusto saber de tí y pus ahí estamos mundano, si se quiere dar una vuelta acá tiene su casa. MGC